Especial Finados 2017

Encomendarse a la tarea de trazar una perspectiva histórica de la ficción de terror en la historia de la literatura canaria resulta una empresa algo más que compleja, debido en primer lugar a la ausencia de estudios al respecto, pero sobre todo —y probablemente causa de lo anterior— porque hasta épocas recientes no ha existido en el ámbito del Archipiélago una literatura de terror propiamente dicha ni autores que se hayan dedicado de manera especial a este subgénero.

Podemos encontrar en muchos de los clásicos, eso sí, escritos y publicaciones de este tipo diseminados entre sus obras e incluso, como sucede en el drama La Umbría, de Alonso Quesada, o la propia Mararía, de Rafael Arozarena, atmósferas ambientadas en los parámetros que lo caracterizan. Intentar abordar una catalogación de todos estas piezas literarias resultaría, sin duda, apasionante, pero por razones obvias escapa a las humildes posibilidades de una revista como la nuestra.

Nombres como los de Miguel AguerraldeVíctor Conde, Leandro Pinto, Rayco Cruz, Elio Quiroga, Mariano GambínMarisol Llano Azcárate, entre otros, han venido a sumarse a ese despertar del subgénero en Canarias que se produjo a finales del pasado siglo con Las espiritistas de Telde, de Luis León Barreto, algunos cuentos de Ángel Sánchez, del citado Arozarena, como los incluidos en Caravane y otros poemas, o de Pedro Lezcano en Cuentos sin geografía, por citar solo algunos. Alexis Ravelo también ha publicado algunos cuentos sueltos y Pepa Aurora dedica por completo uno de sus libros a las leyendas de terror de las Islas: Cuentos de la tradición oral en Canarias. Misterio, brujas y miedos.

Aclaramos que en este artículo no contemplamos la denominada narrativa negra, pues esta, aunque comparte misterio y tensión con la de terror, está considerada un subgénero diferenciado, con parámetros bien definidos.

Descartada pues aquella primera tarea que ufanos intentamos emprender la pasada semana y ante, posiblemente por los mismos motivos expuestos, la escasa respuesta al llamamiento que hicimos a nuestros lectores y lectoras —solo hemos recibido la amable aportación de María Esther Hernández Martín: Los fantasmas no existen (PDF), de Luis Henríquez (incluido en su libro El perturbado del verbo)—, hemos dedicado nuestro Especial Finados 2017 a la presentación, por un lado de textos inéditos de reciente creación y, por otro, en este mismo artículo, al rescate de dos textos que, basados en leyendas populares y cargados de ese aroma a espectro y camposanto que ha caracterizado secularmente a los relatos del subgénero, creemos que son una excelente muestra de la literatura tradicional de terror en nuestras islas llevadas al plano literario y nos pueden acompañar, al calor de un buen fuego, castañitas y lo que se tercie, en esta noche que tenemos por delante.

Participan en este especial Ángel Sánchez, María Victoria Hernández, Rosario Valcárcel, Jessica Herrera, Manuel M. Almeida y Luis León Barreto.

Leer las historias:

La regañisa, de Ángel Sánchez El Alma de Tacande, de María Victoria Hernández

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