De Galdós puede decirse casi cualquier cosa —ayer tarde se dijeron unas cuantas—, salvo que casi un siglo después de su muerte no siga levantando pasiones. Porque pasión es precisamente lo que desató la tarde de este martes, 13, de junio, la figura del autor de Fortunata y Jacinta en la mesa redonda La hora de Galdós que, en honor a su memoria y su vigencia, se celebró en su casa natal como antesala del XI Gongreso Internacional Galdosiano que se inicia el próximo lunes.
Pasión que emergió más de la faceta personal del memorado que de la literaria, una vez quedó clara la delimitación entre el autor y su obra, distinción que suele preceder en cualquier debate que se precie al inicio de hostilidades. Dialécticas, en cualquier caso, pero también éticas, morales y puede que hasta filosóficas. Bastó que Carlos Álvarez —interviniente en el acto junto a Emilio González Déniz, Juan Carlos de Sancho, Santiago Gil y Victoria Galván, en calidad de moderadora— espetase un «como persona me cae fatal» para que un ligero temblor de corte cuasisísmico recorriera la sala amenazando con remover los cimientos del mito.
Álvarez, que comenzó reconociendo el valor literario del homenajeado —en ese terreno no hubo fisuras—, se destapó con el relato de algunos de los episodios personales en los que, a su juicio, el escritor hizo gala de una crueldad y una misoginia flagrantes, en especial en lo que concierne a su relación con Lorenza Cobián y la hija de ambos, María.
Fue Santiago Gil quien se apresuró a la réplica, mostrando su absoluto desacuerdo con el contertulio agitador. Gil recordó las cartas de Galdós a su hija, tiernas en su opinión, preocupándose por la suerte y la salud de Lorenza y de María, evocando sus propias desgracias —«no se fue voluntariamente a Madrid, fue arrancado de Canarias»— y destacando la generosidad con la que se manejó a lo largo de toda su vida, «hasta el punto de morir solo y arruinado».
Ejerció de mediador un flemático De Sancho que, con un par de citas que ni pintadas para la ocasión —«Hay que perdonar a los que dan» y «Toda vida privada es sospechosa»—, quiso poner paz en tan imprevista contienda y, de paso, volver a centrar el debate en el ámbito de las letras.
Y en el ámbito de las letras, como decimos, el consenso fue total. Siguiendo el orden de intervención, Gil reivindicó el mensaje de Galdós en su afán de superación: si quieres dedicarte a esto, «lee y escribe». Para el autor de Gracias por el tiempo, «la actualidad de Galdós es la de todo clásico» y el mejor homenaje que se le puede hacer «es comprar libros de Galdós y leer libros de Galdós».
De Sancho, por su parte, destacó que su «estilo es una invención continua. A Galdós le interesa todo, es impresionante su curiosidad. Si un escritor no es sabio, es perecedero. Era un hombre con humor, pero profundamente ético».
Álvarez señaló, antes y después del convulso paréntesis sobre el factor humano, la destreza técnica del autor, capaz de crear «personajes y tramas muy sólidas y sencillas» y de construir «un estilo para cada novela». En su opinión, su vigencia radica precisamente en «la perfección de la estructura de sus novelas».
Finalmente, Emilio González Déniz indicó que en Galdós «hay muchos Galdós», dada la diversidad temática y estilística de su obra, pero también las contradicciones que marcaron su vida en lo personal y en lo político. Déniz tuvo además palabras de reproche para los oportunistas: «Hoy todo el mundo es cervantino y galdosiano, y no es así. Hay escritores peninsulares que vienen aquí y son galdosianos hasta que se suben de nuevo al avión».
Coincidencia también a la hora de constatar que aquella España que reflejó Galdós no dista demasiado de la que vemos ahora: torpeza política, mezquindad, desigualdad, intereses creados por encima del interés general… «La Inglaterra de Dickens está superada, la Rusia de Tolstói también… La España de Galdós, no». Lo que a juicio de los participantes muestra a las claras, tanto el talento del escritor, como nuestra propia incompetencia como sociedad.
Vimos por allí a gente como Noel Olivares, Jesús Chamali, Esteban Rodríguez García, Pedro Padilla, Juan Ramón Tramunt, María Jesús Alvarado, Mayte Martín, Paqui Martín, Raquel Romero, Inés Melado o Pepe Orive, entre otros.
Reportaje fotográfico: DRAGARIA