Todos quieren decir algo a Bruno. El amigo, el compañero, el profesor, el ayudante, el colaborador, el presentador, el organizador. Bruno era todo esto y más. Hombre bueno que siempre tenía la respuesta apropiada o irónica. Su manera de decir las cosas o escribirlas era peculiar, manejaba el habla canaria como nadie y tenía mucho conocimiento de sus islas, su historia y sus gentes.
Siempre que se necesitaba, ahí estaba Bruno. Solo me queda decirle que le echaremos de menos y darle las gracias en nombre de Nace por todo lo que hizo por nosotros.
El fallecimiento de Bruno Rodríguez me impactó especialmente. Socio fundador de la Asociación Canaria de Escritores (Nace), siempre con la palabra amable y la sonrisa en los labios. Sus chistes siempre venían en los momentos de disputas y malentendidos entre los unos y los otros. Y no precisamente era un ser irónico, su gracia procedía de su inteligencia social y emocional. Sus chistes eran un bálsamo. Y, después, venían las palabras apaciguadoras, esas que todos y todas tenemos en la memoria de nuestros padres y madres. Así que sentíamos un tremendo respeto por la persona de Bruno Rodríguez: él, para estas cosas era el padre, el hermano y el amigo entrañable. Aunque estuviéramos peleados entre nosotros, él seguía siendo inalterablemente amigo de todos. Y a cada uno en el fondo nos daba vergüenza de no hallar la fórmula amistosa que nos hiciera separar opinión de sentido común. Ahí estaba él y aún estará para recordárnoslo.
Bruno era un socio fundador, pero, sobre todo, fundó el ejemplo de persona íntegra y entusiasta que tanto necesita nuestra Asociación y, por ende, tanto necesita nuestra sociedad en general, basada en la prisa, la superficialidad de las relaciones humanas y el egoísmo. Eso es lo importante, así se levantan los puentes y las pirámides en una comunidad. Nosotros, miembros de Nace nos proclamamos discípulos de ese inmenso taller que va más allá de la Literatura y los egos de cada uno. Especialmente el que escribe. Gracias, querido Bruno, por tu paciencia, por ser el amigo entrañable, por hacerme reír en algunos momentos que, aunque tú no lo supieras, estaba triste. Gracias por ESTAR. Gracias por SER ahora parte de todos nosotros.
Ayer día de la poesía se nos fue la poesía más bonita y única; un amigo, un gran orador entre otras mil cosas maravillosas que decir de él, un gran compañero con el que hemos compartido tanta vida que me quedé con ganas de más. Nos quedamos con su enseñanza y el enorme regalo de haberte conocido y tenido entre nosotros. ¡Hasta más ver (como solía decirnos), amigo Bruno! ¡Descansa en paz!»
Para Bruno. Sobre todo era un caballero, pero además una buena persona, inteligente, un gran escritor y capaz de dar una mano a quién se la pidiese. Me llevo su recuerdo y no se me borrará porque he pasado tardes hermosas, charlando después del programa de la radio, con él y oyendo sus cuitas. Hasta siempre, Bruno.»
Allá donde quiera que estés, querido amigo BRUNO, te llevaré en mi corazón. Tantos momentos compartidos entre sonrisas y la alegría de nuestra amistad permanecerán siempre. Has dejado una huella difícil de borrar. Descanses en Paz.
Hoy nos despedimos de un gran escritor, de profundo sentido crítico vestido con elegante y ácido sentido del humor. De un gran amigo. Te echaremos muchísimo de menos.
Al recordar al amigo Bruno me viene a la cabeza cuando lo conocí en la biblioteca municipal de Arucas; hablamos de narrativa, de proyectos de futuro y algo de la vida. Aquella tarde me quedé con su buen talante y con la impresión de que había conocido a una excelente persona. El tiempo me dio la razón.
Después, con el tiempo, conocí al Bruno que tenía un chiste para cualquier situación y que te sacaba una carcajada; al Bruno que siempre pagaba los cafés, los dulces y los churros porque él era de la vieja escuela; al Bruno comprometido y solidario con las causas de los más desfavorecidos, al Bruno rebelde que decía lo que pensaba y al Bruno entusiasta que siempre tenía una palabra de ánimo cuando el mundo se tornaba gris.
También recuerdo al Bruno que nunca decía que no. Me viene a la cabeza sus incontables colaboraciones con el mundo literario de esta ciudad porque él nunca decía que no. Siempre estaba dispuesto a colaborar en cualquier acto literario que se le propusiese. Poetas, narradores, novelistas, directores de antologías, editores y organizadores culturales de diversa índole, tocaban a su puerta porque sabían que él siempre estaba ahí, dispuesto a echar una mano. Él ponía todo su ser en esa colaboración, para que saliera de la mejor manera posible y siempre lo conseguía porque, Bruno, era un perfeccionista.
Se me fue un amigo y lo echaré de menos; ya lo estoy echando de menos porque Bruno era de esas personas que valió la pena conocer porque aprendí mucho de sus palabras, de sus consejos y de sus actos.
Adiós, Bruno, adiós, amigo, solo espero poder encontrarme contigo donde quiera que estés.
Querido Bruno, te fuiste el día de la poesía, tal vez por eso en el campo de energía que generó tu cálida voz aún suena el recitado de tus últimos versos.
Nos queda el buen sabor de los momentos gozados en tu compañía y el regalo de tu amistad. Estarás en la memoria de los que tanto te apreciábamos porque nunca se va del todo quién permanece en el recuerdo. Ahí estarás para siempre.
Yolanda Díaz Jiménez