Cuando hablamos de Justo Jorge Padrón es muy probable que la mayoría de nosotros no sepamos que es posiblemente el poeta vivo de mayor difusión internacional del mundo hispánico. Ha conseguido más de sesenta premios y distinciones internacionales. Posee la Gran Cruz de Canarias por el prestigio que su obra ha dado a las letras canarias en el mundo. Ha publicado veinticinco poemarios, diecisiete antologías de su obra y veintisiete libros de ensayo. Además de traducir a otros autores. él mismo ha sido traducido y publicado en los cinco continentes. Sus libros pasan de ciento cincuenta. Y lo más curioso, fue jugador de tenis de élite y además recogió el Premio Nobel de Literatura otorgado a Vicente Aleixandre en 1977. Dicho todo esto, poco más se puede añadir a la reseña de un escritor canario tan universal, que recientemente ha participado en la XIV edición del ciclo Escritos a Padrón —aportando un texto, ya que no pudo desplazarse a la isla—. ¿Más curiosidades? Antonio Padrón, el pintor galdense representante de la pintura indigenista al que se dedica el ciclo, es tío segundo suyo.
⇒ ¿Qué significa para ti participar en esta edición de ‘Escritos a Padrón’?
Poder aportar algún pensamiento, idea o interpretación para engrandecer la obra de Antonio Padrón siempre me parecerá loable, y con esta intención y voluntad de servicio es con la que participo. Entre Antonio y yo había un parentesco. Su padre era hermano de mi abuelo materno. Por lo tanto, fue primo hermano de mi madre, Rosario Padrón Quevedo. Aunque no había una relación frecuente en el trato, puesto que él vivía en Gáldar y nosotros en Las Palmas, de vez en cuando se desplazaba a la capital y solía ir de visita a nuestra casa. Lo mismo ocurría cuando nosotros acudíamos a Gáldar. Había una muy grata relación de afecto entre esas dos ramas de la familia. Él era uno de los primeros seguidores que tuvo mi poesía y siempre la estimuló con su atinado consejo. Murió en 1968. Por entonces yo tenía un solo libro inédito, Escrito en el agua, que terminé a mitad de esa década de los años sesenta y que él llegaría a conocer una tarde en mi casa junto a algunos otros poemas publicados en revistas y suplementos literarios. Sin embargo, no tuvo oportunidad de leer mi primer libro publicado. Sentí mucho su muerte no solamente por la gran amistad y afecto fraternal que nos unía, era una persona singular, honda y entrañable, sino sobre todo por quedar su gran obra interrumpida cuando ya era en aquella época junto a Manolo Millares uno de los pintores canarios vivos que más admiraba.
⇒ Eres uno de los poetas más destacados de los años setenta, con una amplísima trayectoria internacional y más de medio centenar de prestigiosos premios a tus espaldas, ¿veremos pronto algo nuevo?
«Este año han sido publicados dos extensos libros míos de ensayo y traducción. El segundo será presentado el próximo mes de octubre en Madrid»
Este año han sido publicados dos extensos libros míos de ensayo y traducción. Uno fue sobre la poesía kazaja de los tres últimos siglos (XIX, XX y XXI) presentados en Madrid y, recientemente, a finales del pasado mes de junio, en Astaná, la capital de Kazajstán. En él esbozo un minucioso panorama de un milenio de la historia y cultura de ese país, en el que traduzco y abordo la obra de un medio centenar de autores, proyecto que fue auspiciado por la Embajada de Kazajstán en Madrid. Y el segundo libro lo constituyó una antología de sesenta poemas y un largo ensayo sobre el gran poeta mongol contemporáneo, Gombojav Mend-Ooyo, que será presentado el próximo mes de octubre, en Madrid, ambos publicados por la editorial Vitruvio. Muy pronto verá la luz un libro mío de seiscientos haikus titulado Cuando las lilas vuelvan a florecer. Igualmente una extensa epopeya épico-lírica sobre el fabuloso viaje de Magallanes y Elcano, que pertenece a mi saga Hespérida, cuyos dos primeros volúmenes los publicó la colección Visor de Madrid. Es un proyecto de diez volúmenes (tengo terminados cinco) que refleja, en más de cien mil versos, la historia del mundo a través de la visión de la canariedad. Por último, señalo haber concluido hace poco un extenso poemario metafísico de setenta largas composiciones titulado El rostro de la llama, en el que van muchos de mis mejores poemas, y que intentaré editarlo el próximo otoño.
⇒ ¿Cómo fue tu inicio en el mundo de la poesía?
Comencé a escribir poesía en la década de los años sesenta. Fue en mi etapa universitaria en Barcelona cuando comencé a relacionarme con jóvenes poetas y con gente apasionada por la aventura de la escritura. Me embargaba la posibilidad de volcar mediante una expresión diáfana y directa el ardor de una palabra que expandiera el fulgor de la belleza y su trascendencia. En aquellos años de formación tuve la suerte de conocer algunos libros capitales en mi formación poética como: Elegías de Duino, de Rainer Maria Rilke; La destrucción o el amor de Vicente Aleixandre; Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda; Romancero gitano de Federico García Lorca, una antología de Antonio Machado; e igualmente compartí amistad con algunos notables creadores como Salvador Espriu y José Agustín Goytisolo. Ellos matizaron el impulso y la trascendencia que buscaba para ayudarme a conseguir una voz personal. No quise ver la poesía solamente como una forma de conocimiento, pretendí hallar una perspectiva visionaria, más compleja e imaginativa y renovar la tradición inmediata. Me esforcé por escribir una poesía sustantiva y de síntesis que concediera igual importancia al lenguaje, la emoción humana, el concepto filosófico y la libertad de la imaginación.
«‘Escrito en el agua’ es el despertar a la vida y a la luz de la conciencia de aquel adolescente que fui, el nacer a la palabra y al amor»
⇒ ¿Qué significó para ti la aparición de Escrito en el agua, tu primer libro?
No llegó a ser publicado hasta tres décadas después. Al pensar que la crítica podría descreer que se tratase de mis primeros poemas, y que este libro tan fervoroso y juvenil sería considerado como una involución en el contexto de mi trayectoria literaria, quise aplazarlo hasta editarlo en una futura edición de mi obra completa. Pero después de treinta años se reflotó la colección San Borondón del Museo Canario y su director, mi fraternal amigo Lothar Siemens Hernández, conocedor de las vicisitudes de mi primer libro, insistió y terminó por convencerme para que allí aparecieran aquellos poemas, que yo creí secretos, y que terminaron por ver la luz irguiéndose del sueño de tantos años. Es el despertar a la vida y a la luz de la conciencia de aquel adolescente que fui, el nacer a la palabra y al amor. Dos paisajes de fondo palpitan como símbolos emblemáticos de mi infancia y juventud: el mar de la playa de Las Canteras y la mítica arboleda del Monte Lentiscal.
⇒ ¿Siendo tan relevante, cuál dirías que es el fin de ese poemario?
«Desde el primer momento quise realizar una poesía que integrase al hombre dentro de la naturaleza»
Desde el primer momento quise realizar una poesía que integrase al hombre dentro de la naturaleza, para darle un espacio libre y devolverle su sentido cósmico; una poesía que reflejase las pasiones del hombre, afanándose en descubrir nuevos espacios imaginativos; una poesía sentida en la vida misma y no en los libros, que intentara aunar el fervor lírico y la aureola épica. He querido vivir y he vivido a lo largo de estos últimos cincuenta años con la máxima tensión de mis capacidades para sentir la experiencia poética como la mayor actividad concebible, una vocación tan poderosa que tuviera el vértigo de un destino fatal, donde todos los caminos llevan a ella como hacia un polo magnético, aun cuando ignore el secreto de su poderosa atracción.
⇒ ¿Qué podrías decirme de Los oscuros juegos, tu primer libro publicado?
Lo escribí entre 1967 y 1970. Estos poemas enfrentan la interioridad y el mundo. El lema de Marcel Proust que puse en su frontispicio es significativo para la comprensión de su idea conjunta. «Sólo a través de la memoria recobra la vida su unidad». Desde una perspectiva rasante puede contemplarse este libro como la recuperación que ejerce el recuerdo de la zona oscura y deforme del tiempo pasado, en cuyo fondo aún brillan los fuegos de aquella plenitud en trance de extinción. Poesía que parte de la experiencia y del conocimiento de la vida por reflejar el mundo del hombre. Ahondamiento de la meditación en el dolor con la finalidad de encontrar el clima de la emoción perdida. Allí queda la reflexión de un instante vivido, la lenta búsqueda del sentimiento donde arde cierta irremediable desesperación, la incapacidad de ser en el mundo, el amor en todos sus tiempos; es, en resumen, la elegía del esplendor de la juventud.
«Mi poesía no es estrictamente surrealista»
⇒ ¿Consideras que tu poesía es surrealista?
Mi poesía no es estrictamente surrealista, aunque tenga puntos de contacto con este prestigioso movimiento. El surrealismo pregona como actitud de vida una ruptura completa con el pasado y una rebelión agresiva que estoy lejos de llevar hasta sus últimas consecuencias. Tampoco pongo en acción, sino muy excepcionalmente, los mecanismos de la creación automática. Sin embargo, considero que hay diversos elementos de mi poesía que conectan con el surrealismo, como son el fluir veloz de las imágenes, la búsqueda solemne de lo subconsciente, la inerme inmersión en lo onírico, la creencia de una realidad sin límites, la exaltación plena del amor y lo maravilloso, el descenso al fondo de la propia conciencia como mina del conocimiento, la fe absoluta que tengo entre la unión de la poesía y la vida. Dominado el vértigo surrealista por el rigor de la conciencia creadora, la intencionalidad de esta poesía nunca es caótica sino cósmica, nunca irreflexiva sino trascendente.
⇒ No hay duda que en tu poesía se alternan los tonos y los temas de Eros con los de Thanatos, así vas desde la expresión más tersa y fulgurante de la belleza y la ternura hasta los tonos más sombríos y visionarios del dramatismo existencial. ¿Cómo calificarías tu poesía?
«El poeta de amplia respiración es proteico. Sus estados son tan variados como su cambiante sentimiento»
Mi poesía es como la vida misma. Existen momentos felices de una tersa fascinación en donde el sentimiento es un dios maravillado con el pulso generoso de los días y otros, donde el dolor, el miedo y el espanto me acucian, dejándome sin aliento ni espacio. No es de extrañar que mi poesía ofrezca ambos testimonios. El poeta de amplia respiración es proteico. Sus estados son tan variados como su cambiante sentimiento. No obstante, soy un ser que en cualquier circunstancia amo profundamente la naturaleza y, por eso, tanto en la dicha como en el dolor, se escuchan en mi poesía los latidos del mar, el bosque e, igualmente, los de las noches irisadas de estrellas, para descubrir las secretas correspondencias entre los seres y las cosas, desvelando su sentido cósmico y oculto y estableciendo los puentes invisibles entre todo cuanto late, crece, respira y sueña.
⇒ Además de poeta, ensayista y traductor, en El arte del poema, tú antepenúltima obra, haces gala de la importancia de las palabras, ¿crees que la poesía es el género literario más difícil de cultivar?
Sí, lo creo, pues exige dominar con virtuosismo el exigente oficio de poeta, acumular una gran capacidad de lectura y renovación, sumar los altos dones de la sensibilidad, la intuición visionaria estética e imaginativa, la hondura de pensamiento y una emoción sensorial que se contagie de todo lo creado. Ha de tener la suficiente lucidez para captar la existencia en su constante transformación. La poesía es un arte esencialmente expresivo en donde la emoción irradia por toda la rosa de los vientos del poema y surge cuando en la palabra se desborda el misterioso asombro de la vida.
⇒ ¿Cuáles han sido los momentos más importantes y emocionantes de tu vida literaria y entre todos ellos cuales te conmovieron más?
«el betunero que me lustró los zapatos en la plaza pública no quiso ni cobrarme, como homenaje a ese poema que les llegó al alma a todos los macedonios que lo escucharon»
En los más de cincuenta años que le he dedicado a la literatura, no puedo negar que he tenido instantes de especial emotividad. Si tuviera que elegir algunos, diría que la emoción de ver publicado el primer libro o el de mi obra poética completa, Memoria del fuego (1965-2000) o la concesión consagratoria del Premio Fastenrath de la Real Academia Española por mi libro Los círculos del infierno. También citaría el reconocimiento internacional a mi obra poética con el Premio Europa de Literatura, el Gran Premio Internacional de Sofía en Bulgaria, el Premio Canarias de Literatura o ese galardón cimero como es la Corona de Oro del Festival Internacional de Struga, en Macedonia. Pero sin duda, los dos momentos más emocionantes de mi vida literaria fueron cuando dejé el manuscrito inédito de mi libro Los círculos del infierno a mi maestro Artur Lundkvist en una cena en su casa con su esposa, Maria Wine. Al día siguiente me telefoneó entusiasmado, muy de mañana, diciéndome que la lectura de ese libro no le dejó dormir y le había colmado las grandes expectativas que había depositado en mí como poeta. Acto seguido me solicitó con vehemencia ser su primer prologuista y traductor. El otro momento inolvidable ocurrió en el Festival de Struga de 2001. Después de la lectura del nobel Seamus Heaney, yo leí un emotivo poema que dediqué a Macedonia titulado Yo soy el hombre que te ama. En el salón de conferencias de la enorme sala abarrotada de público se encontraba el presidente de la República, Kiro Gligorov, y el Gobierno de Macedonia en pleno ocupaban la primera fila. Aquel poema, leído primeramente por mí en español y luego en lengua macedonia por un excelente actor, consiguió algo que yo no había visto hasta entonces, un clima de emotividad incontrolada y un oleaje interminable de aplausos. Aunque parezca inverosímil, las ovaciones duraron largos y numerosos minutos con toda la gente puesta en pie. La ovación era una enorme ola que no dejaba de volver y volver. El acto, transmitido en directo por la televisión yugoslava para todo el país, tuvo una resonancia de tal magnitud que a la mañana siguiente el betunero que me lustró los zapatos en la plaza pública no quiso ni cobrarme, como homenaje a ese poema que les llegó al alma a todos los macedonios que lo escucharon.
«no estoy metido en las redes sociales»
⇒ ¿Qué opinas de todas las personas que ahora escriben en las redes y se llaman poetas?
No puedo opinar sobre una cuestión tan poco precisa y además no estoy metido en las redes sociales.
⇒ No te prodigas mucho en eventos literarios, ¿crees que las Islas se está viviendo una eclosión en el ámbito de las letras?
Tengo la impresión de que actualmente está languideciendo enormemente la actividad literaria en las Islas. Es un período muy pobre que vive en un estado comatoso y no veo en el horizonte nuevos creadores originales que me convenzan y por los que se pueda apostar. Tampoco tengo un conocimiento exhaustivo del tema. Sólo tengo como referencias las noticias que me van dado algunos personajes de las Islas que tienen una opinión concreta y sensible sobre el tema. Por eso no me quiero extender para no caer en vaguedades. Como diría Rainer Maria Rilke: «Puesto que soy poeta, odio lo impreciso».
⇒ ¿Se puede vivir hoy de la literatura?
«De ninguna manera se puede vivir de la literatura. El poeta suele tener al menos dos profesiones»
De ninguna manera. En general en España y en otros países, la novela suele ser un género de fácil lectura. Por lo tanto, cuenta con un círculo mucho más amplio de lectores. Hay quizás algunos destacados novelistas que pueden sobrevivir con sus derechos de autor (se pueden contar, no obstante, con los dedos de las manos), pero no conozco ningún poeta que pueda lograrlo. Sus ediciones, por la dificultad de su lenguaje de símbolos y metáforas, son más reducidas, y también por la complejidad que exige su lectura sensible es lógico que obtenga a su vez menos lectores. Por eso, el poeta suele tener al menos dos profesiones y sólo una verdadera y gran vocación que espiritualmente lo sostiene por sí misma hasta el final de la existencia.
⇒ Hablemos del hombre que hizo al poeta, ¿Qué recuerdos tienes de tu juventud, de las vivencias con tu padre, el mundo del tenis?
Como hechos extraordinarios recuerdo cuando mi padre me llevaba al fútbol, a las veladas de boxeo, a las peleas de gallos o al club de tenis de Las Palmas, donde comencé a dar mis primeros raquetazos. Recuerdo todavía con emoción cuando me llevaba con él a la cervecería para reunirse con sus amigos y yo tomaba al lado de ellos con apenas nueve años mis primeras cañas. Me encantaba aquella hermandad viril y esa posibilidad que se le ofrecía a mi hombría incipiente. Mi primera juventud fue una etapa feliz cuando gracias al tenis tuve una vida más grata y comunicativa. Conocí entonces a mucha gente y conseguí tener una vida exterior más libre y experimenté el placer de los viajes. Cuando mis condiciones tenísticas me hicieron llegar a ser una figura destacada de este deporte, pude vencer a todos los rivales que habían derrotado a mi padre en el ámbito regional. Fue la época más feliz en la relación tan cálida y cercana que tuve con mi padre. Me iba a buscar a la salida del colegio y nos entrenábamos diariamente en el club de tenis. Fue hermoso compartir con él confidencias y proyectos. Hasta los diecisiete años puede decirse que desarrollé a su lado una identificación plena. Fue entonces mi dios particular, el mejor padre posible y mi mejor amigo. Cuando marché, para realizar los estudios universitarios en Barcelona e intenté ampliar mis horizontes tenísticos, me telefoneaba casi cada día, me llegaba a escribir tres cartas a la semana y no pasaba un trimestre sin que uno de los dos hiciera el largo viaje para encontrarnos.
«La abogacía es una profesión muy dura, pragmática, impía, y en ocasiones peligrosa»
⇒ Posees además una formación jurídica, has ejercido la abogacía, esa romántica idea de la justicia. ¿Qué temas le quedan a Justo Jorge Padrón por tratar en sus letras? Vivimos un caos político, no sólo dentro, sino fuera de nuestras fronteras, la corrupción, la crisis…
La abogacía no es una romántica idea en torno a la justicia, eso no se lo creen hoy día ni los niños, sino una profesión muy dura, pragmática, impía, y en ocasiones peligrosa, en donde muchas veces el dinero sucio soborna a las resoluciones legales tantas veces envilecidas y sojuzgadas por las corruptelas políticas y por otros bastardos intereses. La experiencia que yo tuve me hizo detestar y alejarme de esa profesión en donde la verdad se ve tantas veces sometida a la injuria del poder que se impone en muchas ocasiones para que prevalezcan otros intereses que van contra la propia justicia, la honradez y el respeto a la dignidad humana.
⇒ Para terminar, ¿Qué te gustaría dejar? ¿Cómo querrías que te recordaran?
«Desearía que mis lectores y amigos cuando leyeran mis versos, me recordaran como un hombre que lo dio todo por extender la poesía en el mundo»
He querido enraizar mi existencia dentro de la poesía. Apostar por ella, difundirla en medio de una sociedad tan agobiada por el materialismo, comunicando a los hombres y mujeres de mi tiempo su mágico aliento fresco. Expandir este género de ideas y sentimientos universales que nos enseña la fraternidad entre los seres vivos, que libera nuestra imaginación y exalta los sentidos para captar mejor la belleza, defendiendo la dignidad humana y ofreciendo su emocionante elección para conseguir la concordia universal y la paz entre los hombres. Desearía que mis lectores y amigos cuando leyeran mis versos, me recordaran como un hombre que lo dio todo por extender la poesía en el mundo. Mientras un solo lector me lea sé que no moriré, porque seguiré sintiendo en su voz el amor a la vida, a los seres y a los paisajes que me acompañaron. Confieso que he necesitado escribir a lo largo de mi existencia para afirmar mi creencia en el ser humano y apresar en el temblor de la poesía el latido maravilloso de la vida.
Justo Jorge Padrón (Las Palmas de Gran Canaria, 1943) se graduó en la Facultad de Derecho y Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona, ampliando estudios en la de París, Estocolmo y Oslo. Ejerció durante ocho años la abogacía en su ciudad natal. Es periodista inscrito en la Asociación de Madrid, ciudad donde reside desde 1977 y ostenta un amplio número de títulos diplomáticos, honoríficos y académicos. Traducido a cincuenta lenguas y premiado en los cinco continentes, ha conseguido más de sesenta premios y distinciones internacionales entre las que destacan el Premio Europa de Literatura (Yugoslavia, 1986), Gran Premio Internacional de Sofía (Bulgaria, 1988), Corona de Oro del Festival de Struga (Macedonia, 1990), Premio Blaise Cendrars del Festival Internacional de Poesía (Suiza, 1994), Premio Canarias de Literatura (1997), Gran Premio Internacional Léopold Sédar Senghor del Festival Internacional de Dakar (Senegal, 2003), Premio de la Feria Internacional del Libro de Lima (Perú, 2004) o el Premio César Vallejo, Espiga de Oro (Trujillo, 2008), por citar solo algunos de los recibidos por el conjunto de su obra poética. Por libros individuales ha obtenido el Premio Internacional de la Academia Sueca (1972), Premio Boscán (1972), Premio Fastenrath de la Real Academia de la Lengua (1976), Premio de la Asociación de Escritores Suecos al mejor libro europeo de poesía extranjera (1976), Premio de la Asociación de Escritores y Artistas de España y Medalla de Honor Gustavo Adolfo Bécquer al mejor libro de poesía (1984), Premio Internacional de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria (1995), Premio Aula de Poesía de la Universidad de Barcelona (1998) o el Premio de Cultura del Centenario del Diario de Las Palmas 1893-1993 ( 1993)., a la obra más distinguida de la Cultura Canaria del siglo XX, entre otros. Es miembro de la Academia Mallarmé, Paris; de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, Nueva York; de la Academia Internacional de Pontzen, Nápoles; de la Academia Peruana de La lengua, Lima, de la Academia de Ciencias y Artes de Macedonia y de la Academia Mihai Eminescu de Rumanía. Es Hijo Predilecto de Las Palmas de Gran Canaria y Ciudadano de Honor de Lovaina (Bélgica), Sofía (Bulgaria), Struga (Macedonia), Joal (Senegal) y Trujillo (Perú). El presidente del Gobierno de Canarias le concedió la máxima condecoración que da su gobierno, Gran Cruz de Canarias, por el prestigio que su obra ha dado a las letras canarias en el mundo. Ha publicado veinticinco poemarios, diecisiete antologías de su obra y veintisiete libros de ensayo y traducción de otros autores. Pasan de ciento cincuenta sus libros traducidos y publicados en el extranjero. Su poesía completa ha sido traducida al inglés, italiano y portugués. Ha sido el introductor de la poesía nórdica y eslava en el área hispánica.