Mirar el mundo con los ojos de un niño, es una de las cosas que aconseja este profesor de literatura de Tenerife que se ha hecho con el último galardón del premio de Poesía Pedro García Cabrera. Organizado por la Fundación CajaCanarias, con su primer poemario. Díaz Armas que se reconoce como «un firme defensor de la lectura», nos cuenta que hay que aceptar los gustos de los adolescentes, pero «también de descubrirles otros mundos. Y otros géneros». Con este su primer poemario pone de manifiesto su amor por el mar, ese que confiesa «está muy presente en el poemario, pero también la naturaleza y, sobre todo, su percepción por el poeta. Ese bautizo es también el mío: este libro es un umbral que atravieso». Además de profesor en varios institutos, pasó a ser profesor universitario y ha trabajado como periodista e investigador. Fue traductor de poesía y una vez que bebió de ello, se decidió a escribir en este género con el que ahora gana uno de los premios más prestigiosos de la literatura canaria.
«El mar está muy presente en el poemario, pero también la naturaleza y, sobre todo, su percepción por el poeta»
⇒ ¿Cuéntanos un poco de qué va tu trabajo? ¿Qué explicación nos puedes hacer de este título Umbral de la primera ola?
El libro recoge poemas escritos a lo largo de una buena porción de años (los primeros poemas son del 2005, así que se trata de un libro cocinado a fuego lento) y muestran un itinerario, un viaje interior, que surge como necesidad en un momento de mi vida de encontrar mi lugar en el mundo y mi lugar en la palabra, mi propia voz. Eso me hace volver atrás, hacia el pasado (la infancia es un tema recurrente en el poemario: imágenes, retazos de la experiencia infantil que permanecieron indelebles en la memoria, fragmentos de un tiempo perdido y a veces —pero no siempre— añorado), y ahondar en mi presente: mis deseos, mis sueños. Pero también me obliga a mirar a mi alrededor e interrogarme sobre el mundo que me rodea y especialmente sobre la manera de mirar el mundo y los humildes instrumentos que tengo para captarlo en toda su intensa complejidad: la mirada, la palabra. El poemario es algo más extenso del que presenté al concurso, pues algunos (muy pocos) poemas habían sido publicados. En las revistas italianas Pimpirimpana y Le parole e le cose aparecen algunos de los que tuve que quitar, en su versión original y en una versión al italiano de Valerio Nardoni. También se publicaron algunos microrrelatos míos en una revista digital que creo desaparecida, pero pueden leerse en el blog Máquina de Coser Palabras, de mi amigo Juan Yanes, un deslumbrante escritor. Precisamente, el título del poemario es un verso de uno de esos poemas que no aparecerán en la edición. Se refiere al mar, a nuestro mar atlántico, y a cómo acoge a los bañistas que se atreven a atravesar la primera ola que rompe en la playa. Un mar benéfico, elevado a la categoría de dios que juega con los humanos, los acoge y los bautiza. El mar está muy presente en el poemario, pero también la naturaleza y, sobre todo, su percepción por el poeta. Ese bautizo es también el mío: este libro es un umbral que atravieso.
⇒ ¿Qué aporta este premio Pedro García Cabrera a tu vida literaria teniendo en cuenta que es el primer poemario que escribes pues hasta ahora solo habías hecho colaboraciones o publicado versos sueltos?
Me permite cerrar un ciclo. El libro, así, se cierra y se completa incluso en un sentido práctico: ya no seguirá creciendo, dejando paso a otros proyectos de escritura.
⇒ ¿Cómo fue que te decidiste a presentarte al concurso?
Primero tuve la urgencia de escribir; luego, la de enseñarlo a algunos amigos para que me dieran su opinión, pues no me sentía muy seguro de su calidad. Cumplido ese recorrido, y después de algunos años de escritura continuada, tuve otra necesidad: la de publicarlo, de darlo a leer a otros lectores.
⇒ Háblanos un poco de tu trayectoria, profesor muchos años, investigador, especialista en literatura infantil y juvenil. ¿Haces un guiño en este poemario a ver la vida con ojos de niño?
Sí, así es. La infancia es un tema primordial en estos poemas. Y la mirada, nuestra mirada, es otro de ellos. El resultado es, precisamente, la capacidad para mirar el mundo con unos ojos siempre nuevos, siempre asombrados, aunque con la distancia irónica que nos dan los años.
« Algunas investigaciones apuntan al hecho de que los profesores ignoramos que nuestros alumnos leen e incluso escriben»
⇒ Como profesor de literatura que has pasado por secundaria y bachiller antes de la Universidad, y especialista en temas infantiles y juveniles, ¿consideras como algunas personas que lo importante es leer o eres crítico con novedades literarias para adolescentes, esas corrientes literarias que han surgido como fenómenos de masas?
Yo soy un firme defensor de la lectura y por ello no puedo dejar de alegrarme de que los adolescentes sientan la pulsión de leer y de que los profesores permitan que en el aula se abra un espacio para hablar de lo que a cada cual le gusta leer y para buscar las conexiones entre la literatura que leen (o escriben) los adolescentes y esa otra que consideramos más formativa. Algunas investigaciones apuntan al hecho de que los profesores ignoramos que nuestros alumnos leen e incluso escriben. Si les preguntas cuántos libros han leído últimamente puedes llevarte una idea equivocada, porque muchos leen poesía o relatos o incluso textos narrativos más largos a través de las redes sociales o de plataformas en Internet que no conocemos bien (de hecho, algunas encuestas sobre lectura llegan a conclusiones erróneas por seguir haciendo las preguntas de la misma manera que hace cuarenta años). Al fin y al cabo, sigue tratándose de literatura (o de paraliteratura: una literatura con menor exigencia, como siempre hubo entre la novela popular) y, aunque no nos guste demasiado, puede analizarse como tal, tanto desde la perspectiva del texto como desde la de las expectativas que despierta en el lector. Hasta hace no mucho, las novelas de aventuras que hoy recomendamos a los adolescentes fueron también una lectura que horrorizaba a muchos docentes: hoy consideramos como obras maestras las obras de Tolkien, por ejemplo, lecturas de culto que se hacían al margen de la escuela o el instituto. Pero no sólo se trata de aceptar los gustos adolescentes, sino también de descubrirles otros mundos. Y otros géneros.
⇒ Como lector de poesía, ¿cuándo descubriste la poesía? ¿A través de qué autores?
Pues fue precisamente en el aula, en el colegio y en el instituto. Tuve la fortuna de tener grandes profesores, que te transmitían su pasión por la cultura y la literatura, eran unos tiempos de pasión ilusionante también por lo que estaba sucediendo en nuestro país ante el final inminente de la dictadura. Recuerdo haber sentido algún deslumbramiento especial con un poema de Giosué Carducci que encontré causalmente entre los que tuve que reunir en un temprano curso de la EGB. Y más aún con El niño yuntero de Miguel Hernández: conseguir desentrañar a solas el sentido de aquellos versos, para el niño que yo era, fue una especie de triunfo que me reveló en qué consistía la belleza de la palabra literaria. En el instituto, además de las lecturas del programa oficial, descubrí, también con el mismo sentido de deslumbramiento a Vallejo, a Neruda, a Paz.
«Cada uno es hijo de su tiempo: probablemente, lo que estamos escribiendo ahora incurre en graves errores que aún no sabemos reconocer »
⇒ ¿Consideras obligatorio hacer una revisión de esa literatura clásica que no tenía en cuenta los roles de género en igualdad?
El canon escolar va cambiando para adaptarse a los tiempos: algunas obras envejecen sin remedio y ya no suscitan la misma emoción. Pero lo extraordinario de los clásicos es precisamente el hecho de que aún nos puedan seguir conmoviendo o suscitándonos preguntas, más que darnos las respuestas. Pero las obras del pasado deben leerse en su contexto, sin prejuicios contemporáneos. Son obras de su tiempo y para entender nuestro presente es necesario saber cómo era nuestra sociedad en otros momentos. Pero hay que saber explicar las razones que hay detrás de las acciones de los personajes y que tienen que ver con el contexto de cada época. Cada uno es hijo de su tiempo: probablemente, lo que estamos escribiendo ahora incurre en graves errores que aún no sabemos reconocer y que juzgarán mejor los lectores futuros.
⇒ ¿Es un compromiso que debemos adquirir los escritores, fomentar la lectura en igualdad y crear valores que por ejemplo las canciones, la música destinada a la gente joven está desoyendo?
En eso soy algo más pesimista. No sé si tendremos mucho éxito intentando contrarrestar con la escritura —dirigida a una minoría de lectores— lo que está canonizando una cultura contemporánea de masas, despistada, superficial y confusa.
«Afortunadamente, se aprecia una urgente necesidad de crear y expresarse, de ser oídos»
⇒ ¿En qué lugar ponemos a la poesía? Hay un creciente número de jóvenes canarios que están escribiendo y la mayoría poemas, ¿crees que es una herramienta poderosa para cambiar la sociedad?
Afortunadamente, se aprecia una urgente necesidad de crear y expresarse, de ser oídos, en nuestros jóvenes: narradores, novelistas, poetas, dibujantes de cómic, músicos, actores, directores de cine y de teatro, ilustradores… Ojalá la poesía pudiese cambiar la realidad social. Pienso que puede conseguir cambiar a los individuos, lo cual ya es un gran paso. Pero los lectores de poesía son pocos (al menos si nos referimos a las colecciones, número de ejemplares y de lectores: Internet ya es otro asunto) y hay corrientes de formación de la opinión mucho más poderosas que la creación artística.
«la traducción es una escuela de poesía»
⇒ ¿Cómo traductor de otros poetas internacionales, crees que vamos muy atrasados en nuestro país con este tema y que no s ele presta la atención debida a los traductores?
Se habla de la invisibilidad del traductor, pero es un problema global, en nuestro país hemos tenido y tenemos excelentes traductores. Y es cierto que el lector, a menudo, no es muy consciente de que no está leyendo directamente a Nabokov, a Chéjov, a Pessoa, a Shakespeare, sino a un traductor que le ha hecho el favor de ofrecérselo en su idioma. Es raro que los lectores sepan el nombre del traductor al que están leyendo. A ello contribuye el hecho de que su nombre quede relegado, en muchas ocasiones, a la página de créditos. La traducción es crucial: nuestro mundo sería muy distinto si no hubiésemos tenido la necesidad de leer y traducir a los humanistas italianos, a los ilustrados franceses, a los románticos alemanes. Y la literatura sería muy distinta: la novela inglesa no sería como es si no se hubiera traducido a Cervantes, por ejemplo. Por otro lado, la traducción es una escuela de poesía. Muchos grandes poetas necesitaron traducir y lo que hallaron en otras lenguas modificó sin duda su propia poesía: das acomodo a un poeta en tu propia tradición pero al mismo tiempo violentas esa tradición, a tu idioma. Yo lo he vivido en carne propia en el Taller de Traducción Literaria de la Universidad de La Laguna, que ha sido para mí una escuela de poesía, y estoy seguro de que así ha sido para todos sus integrantes (incluso para aquellos que ya eran poetas antes de reunirnos en esa experiencia que ya lleva 22 años de andadura, como Andrés Sánchez Robayna, el alma máter del taller), pero ese no fue mi caso: primero, traduje poesía; sólo después me atreví a escribir poesía.
⇒ Cuéntanos de tus proyectos profesionales. De momento suponemos que se publicará tu obra, ¿es un incentivo para seguir publicando?
Más bien para seguir escribiendo. Escribir es una necesidad en mi caso. Otra cosa es sentir que lo que ya has hecho tiene suficiente entidad y unidad como para darlo a leer a otros. Pero por lo pronto no hay ningún proyecto claro.
Jesús Díaz Armas (San Cristóbal de La Laguna, 1963) es licenciado y doctor en Filología Hispánica. En la actualidad ejerce como profesor en la Universidad de La Laguna, aunque ha trabajado como periodista y como profesor de Bachillerato y Educación Secundaria. Empezó sus colaboraciones en prensa, siendo aún alumno de Bachillerato, en el desaparecido diario La Tarde, para pasar a trabajar posteriormente en el Diario de Avisos, en el que se dedicaba a información municipal. También fue colaborador de la revista Sansofé en su segunda etapa. Entre 1989 y 1999 trabajó como profesor de Lengua y Literatura en diversos institutos de enseñanza secundaria y, a finales de 1999, pasó a ocupar una plaza en la Universidad de La Laguna, donde ha impartido clases de Didáctica de la Literatura y de Literatura infantil y juvenil, así como cursos de doctorado en las titulaciones de Educación y Filología. En su faceta como investigador, ha publicado algunos trabajos sobre literatura del Siglo de Oro (entre ellos la edición crítica de la Vida de San Francisco de Asís, del poeta fray Andrés de Abreu, su tesis doctoral), y sobre literatura infantil y juvenil, entre otros temas. Actualmente, es director de la sección de Literatura del Instituto de Estudios Canarios.