Rubén Benítez Florido, profesor teldense de secundaria que domina la verborrea y es un cinéfilo empedernido, ha publicado ya unos siete libros. Escribe tanto como habla. De sonrisa amplia y aparentemente tímido, arrasa discretamente y se ha acercado a algunos de los escritores más grandes de este país. Conferencias, presentaciones de amigos escritores, charlas y tertulias donde el cine y la literatura sean la excusa perfecta son los contextos idóneos para conocer a este joven que, bien lleva melena rebelde, bien se corta el pelo chiquitito.
Tres claves de tu último trabajo
Acabo de poner el punto final a un nuevo libro de artículos que se titula De la levedad a la insignificancia (Propuestas para pensar el presente). Como ocurre en los anteriores, este libro se mueve en esa línea difusa que conecta el articulismo periodístico con la literatura y la filosofía. A mi parecer, es un terreno poco explotado, pero que puede dar mucho de sí. Y no solo en lo que se refiere a divulgación de la literatura y de la filosofía, sino también, como sugiere el subtítulo, a algunas claves para reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos, algo que nunca viene mal. El título es un modesto homenaje a dos novelas de Milan Kundera que me han influido mucho: La insoportable levedad del ser y La fiesta de la insignificancia. Y el subtítulo, al libro de Italo Calvino, Seis propuestas para el próximo milenio.
¿Qué autor o autora te inspira?
Como he dicho anteriormente, la literatura y la filosofía son mis dos grandes pasiones. Por eso me gustan los autores que se mueven entre esos dos ámbitos, aunque tradicionalmente, por comodidad, se les asocie únicamente a uno de ellos. Por ejemplo, Borges ha pasado a la historia por ser un excelente cuentista, pero muchos de esos relatos —al menos, los más representativos—, están inspirados en argumentos filosóficos. Desde el otro lado, a Walter Benjamin se le conoce sobre todo en ambientes filosóficos, pero es un excelente prosista, que escribió muchos relatos y artículos sobre los temas más variados y actuales, como la fotografía, el cine o el arte. Podría resumirse todo esto diciendo que me gustan los filósofos que no se enreden en las nubes, sino que sean buenos prosistas: que cuenten historias a ras de suelo que todos podamos entender y con las que podamos sentirnos identificados rápidamente. Y al mismo tiempo, me gustan los prosistas a los que no les asuste los vuelos filosóficos. Últimamente, quizás motivado por un cierto giro en mi escritura, me estoy inclinando más hacia la lectura de tipo confesional: diarios personales y autobiografías. No sé muy bien el motivo, pero encuentro en este tipo de literatura una pretensión de verdad que me conmueve cada día más. Y también me ocurre al revés: cada vez me cuesta más engancharme a una novela. Se me caen de las manos a las pocas páginas porque las encuentro superficiales, carentes de contenido.
Un poema, una novela, un cuento
— Un poema: Estanco, de Fernando Pessoa.
— Una novela: Cien años de soledad, de García Márquez.
— Un cuento: El perseguidor, de Julio Cortázar.
Una obra de teatro, un guión cinematográfico
— Una obra de teatro: The Sunset Limited, de Cormac McCarthy.
— Un guión: El hombre que mató a Liberty Valance, de John Ford.
Proyectos
No sé si les ocurrirá a los demás, pero a mí me ocurre que siento una extraña sensación de vaciamiento justo cuando acabo de terminar un libro, como si ya hubiese dicho todo lo que tenía que decir. En ese momento no puedo pensar en otro proyecto porque, solamente el hecho de hacerlo, me agota mentalmente. Necesito un tiempo de reposo —algo así como unas vacaciones de la escritura—, para que vuelvan a surgir las ideas, las ganas de escribir, de estructurar pacientemente todo el desorden que hay en mi mente, de sentarme delante del ordenador. En cualquier caso, suelo trabajar con varios proyectos que se solapan entre sí. No sé si es un buen o un mal método, pero por ahora es el único que me funciona. De repente, uno de esos proyectos se adelanta a los otros y se termina de desarrollar, casi de manera automática, quizás porque lleva mucho tiempo madurando a fuego lento. A corto plazo, supongo que lo principal sería retomar semanalmente la publicación de artículos en mi blog, que últimamente he tenido un poco aparcado. Esa es mi gimnasia mental, la forma habitual de mantener activa la escritura, porque me obliga a sentarme y a organizar mis ideas. Sin embargo, desde hace algún tiempo, me está rondando la cabeza la idea de afrontar un proyecto literario de largo aliento, que no sea una recopilación de artículos, que es lo que he publicado hasta el momento. Como he dicho anteriormente, aún es pronto para decidirlo, pues acabo de poner el punto final al nuevo libro, pero me apetece salir de mi zona de confort y probar otros formatos con los que no me he atrevido. Creo que en la escritura es necesario ponerse nuevos retos porque, de lo contrario, corre el peligro de convertirse en una rutina, que es lo peor que le puede suceder.
¿Qué personaje de DRAGARIA serías?
Lo cierto es me cuesta identificarme con una imagen que no sea la de alguien leyendo en una biblioteca o la soledad de su cuarto, como esos lienzos de Hopper que muestran a personas solitarias, en contextos vacíos, ensimismadas en la lectura de un libro o en la contemplación de un paisaje. La escritura es una actividad solitaria en la que el autor lucha contra su peor enemigo, que no es otro que él mismo: contra sus propias incertidumbres, su apatía, también sus contradicciones. Por eso me llama tanto la atención esas imágenes de personajes en actitudes solitarias y ensimismadas, reconcentrados en aquello que están haciendo o contemplando.
Rubén Benítez Florido (Telde, Gran Canaria, 1978) es profesor de Filosofía de Enseñanza Secundaria. Ha publicado los libros Palos de ciego y Llueve sobre mojado (Beginbook, 2011 y 2012), Sísifo merece ser feliz y Ninguna tregua al olvido (Eutelequia, 2013 y 2014), Solo lo escrito perdura y Palabras entrevistas (Mercurio, 2015 y 2016). En colaboración con otros autores, Papiromanía. Textos para tiempos difíciles (Anroart, 2013) y Proesías. Textos para tiempos mejores (Mercurio, 2014). Durante varios años escribió semanalmente en el blog A Vuelta de Correo, alojado en la edición digital del periódico Canarias7. En la actualidad escribe en su blog personal Palos de Ciego, y es colaborador habitual de plataformas digitales como Revista de Letras (La Vanguardia) y Viaje a Ítaca. (Blog).