Título: Coser para la calle
Autor: Pedro Flores
Editorial: Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes
Género: Poesía
ISBN: 978-84-16731-04-6
Lanzamiento: febrero de 2018
Precio: 15 €
Ganar uno de los premios más relevantes de la literatura española sitúa a Pedro Flores (Las Palmas de Gran Canaria, 1968) en la lista de las voces poéticas más consolidadas del Archipiélago. Con Coser para la calle, el autor recibía a finales de 2017 el Premio Nacional José Hierro de Poesía que concede la Universidad Popular José Hierro de San Sebastián de los Reyes.
En la mirada de Flores podemos retroceder en el tiempo a aquella España de posguerra, de miseria, de incertidumbres. La mirada de un niño que vivió humildemente, que compartía su ropa con los hermanos, con calcetines remendados y chaquetas con coderas. El niño que jugaba en las tardes de regreso escolar con indios y soldados, que aprovechaba el traqueteo de la máquina de coser para dar realismo a sus metralletas.
El traqueteo de la Singer me servía de ametralladora;
Yo la miraba desde el suelo: ¡Ahora!
¡Ratatatatatattatatatata!
y catorce indias viudas;
era un buen día para morir.
La mirada de un adulto que se pone en la piel del niño que perdió una hermana, que despuntaba como poeta y que hace un paralelismo entre la pobreza, las desgracias, la vida, la forma de contarlas y el oficio de escritor. Si de algo puedo estar segura es de que Flores refleja esa cotidianeidad histórica que marcó toda una generación en belleza, a pesar del halo triste que la acompaña.
Las metáforas, los referentes históricos de poetas que antes que él trataron de acercarnos a sus recuerdos y sus vidas cotidianas, reflejan la sensibilidad y la cultura de la que el autor no presume jamás.
Lo que hubiera dado yo
por haber visto la cara de Teseo
al comprobar que al final del hilo
estaban esta tarde,
esta tristeza de serial de radio,
esta vieja encorvada en sus costuras.
Es difícil elegir algunos de los textos con los que el poeta atraviesa el tiempo y a la par roza el alma, recuerdos que pudieron vivirse en un pueblo perdido de cualquier parte de la geografía nacional, en cualquier isla. A mí me ha traído recuerdos de mi infancia, una generación que tuvo que vivir los efectos de esa posguerra sin conocerla. Fantasmas de un pasado que habita entre tazas de loza, entre habitaciones en penumbra, entre hilos de colores, manos menudas, ojos que van perdiendo visibilidad, resistencia, conformismo, aceptación de un destino y la rebeldía del niño que quiere ser, lo que Flores es en letras grandes: un poeta.
Ríanse ustedes pero, de alguna manera,
ella me enseñó este oficio
de remendar y coser,
de disfrazar y zurcir que es la poesía.
Este poemario me ha recordado que mi abuelo también bebía, quizá para olvidar lo que nuestros ojos no vieron. Y que mi abuela también cosía para la calle.