Título: Personne
Autor: Alba Sabina Pérez
Editorial: Ediciones La Palma
Género: Poesía
ISBN: 978-84-949348-3-4
Lanzamiento: enero de 2019
Precio: 12 €
Persona, máscara y nadie
En 2015 Alba Sabina Pérez publicó un primer libro de poemas, Ya nadie lee a Pentti Saaritsa, que sorprendió a todos los lectores de poesía por su calidad y originalidad, muy por encima de lo habitual en los primeros poemas editados de una joven poeta. Quizá ningún título más adecuado para este segundo libro de poemas de Alba que Personne (2019); como sabemos, y como nos recuerda la nota inicial del libro: «Nadie y, a la vez, persona en francés. Nadie fue el Odiseo (Ὀδυσσεὺς) que canta Homero en la cueva del cíclope; un héroe errante (περιπλάνηση) construido por ese coro fantasmal de voces poderosas que fue el viejo poeta ciego. Nadie fueron también Shakespeare y Fernando Pessoa (persona en portugués) cuando comenzaron a atender y a desplegar las voces de todos esos seres posibles, potenciales que los habitaban», y que todos tenemos y nos siguen como un ejército invisible allá donde vayamos, igual que una cohorte impotente, indefensa de nuestros yoes abandonados, los que pudimos ser y descartamos, no imaginamos en el futuro con la suficiente fuerza, amor o claridad ante la exigencia ansiosa del mundo pidiéndonos una respuesta ante sus constantes y tenaces estímulos. Somos un dejarse ir y somos una maraña de decisiones, abandonos, renuncias y compromisos. La diferencia es que, tanto Shakespeare como Pessoa, tuvieron la sensibilidad y la necesidad, la urgencia de curar esa herida múltiple, como ahora la ha tenido Alba Sabina (algo que vemos nítido en un poema como Yo) en Personne, y como también la tuvieron Walt Whitman, Ezra Pound y T. S. Eliot, entre muchos otros.
«Personne es un libro coral, un pequeño álbum dramático y enormemente vívido. No hay en él ningún romanticismo enamorado de la épica local»
Personne es un libro coral, un pequeño álbum dramático y enormemente vívido. No hay en él ningún romanticismo enamorado de la épica local ni minuciosa crónica de los avatares pretendidamente geniales del yo. En este libro —como sucedía también en Pentti de modo menos intencional— Alba Sabina no sólo le da voz a los otros, los imagina como si entrara en su carne reflexiva y se adueñara de su angustia, sino que amplía y cambia el foco para que, por una vez, los excluidos y olvidados de la cultura, la literatura y la historia, como Gregoria, Grete Samsa o Lucía Joyce, sean escuchados y encontrados al fin, como si la poeta, siempre atenta a los secundarios y lo escamoteado por el margen y la sombra, los acabase de crear.
Y ese sentimiento o sensación de creación, de estado naciente, que define a la buena poesía cuando la leemos, aquí es muy real. Eliot llamó «correlato objetivo» a ese tipo de poema que en la tradición inglesa parte de Robert Browning, y que consiste en tomar el nombre, la máscara, de un personaje histórico o mítico con el que el poeta se identifica para hablar a través o bajo esa máscara. De alguna forma, el poeta logra así conocer, distanciarse, trascender y hasta transformar su estado de ánimo, legitimarlo, y darle cierta perduración y universalidad mediante el efecto memorable que le confiere su talento y la máscara elegida. La primera parte de Personne, Personajes secundarios, podría leerse bajo las condiciones de este tipo de ejercicios que, en la tradición española, arrancan con Luis Cernuda y el arrastre que hace en su obra de madurez de la tradición de la lírica inglesa, magníficos ejemplos de ello son textos como El ruiseñor sobre la piedra o Lázaro.
Aquí la poeta piensa, habla o canta bajo los nombres, máscaras no usadas nunca hasta ahora, de Pieretto (personaje de la bellísima El diablo sobre las colinas, de Cesare Pavese), Bébert (un niño que aparece en el Viaje al fin de la noche, de Céline) o Phoebe Caulfield (la hermana del célebre Holden de El guardián entre el centeno de Salinger), entre otros; pero en un texto como Grete Samsa, entre los mejores del libro, no se propone llevar a cabo lo apuntado más arriba, sino que intenta lo imposible: entrar en la conciencia de la hermana del famoso Gregorio. Así leemos:
Soy yo Grete, la mujer-hermana-insecto. Obedezco a las leyes del que come mendrugos, que obedece al que come pan, que obedece al que tiene la máquina de hacer pan
De cualquier forma, una clave esencial de lectura de todo el libro nos la da la poeta en los primeros versos del primer poema, Invisibles: «Cuando colocamos máscaras / a los seres invisibles / que habitan las esquinas / los ponemos en el centro de la mente (…)». El corazón de la conciencia es un teatro donde los protagonistas son, al fin, por una vez, los otros, los nadie. En esta primera parte, ligeramente más amplia que la segunda, Los ojos del ciervo, no faltan los versos memorables: «Las mujeres fuertes / más que amar / logran evitar la nada» («Ena Berenguer») o «(…) el viejo tiene los bolsillos llenos / y bajo el parche más que un ojo / hay un presagio: / no pueden las almas alejandrinas / parar el vicio ni redimir las sombras» («Nessim»).
En la segunda parte del libro, titulada Los ojos del ciervo, se juntan, quizá, no sólo los poemas más extensos si no los más intensos y logrados de Personne: Yo, ¿A dónde has ido?, Cuando la noche toma al día, Bienville y, sobre todo, La belleza del Leviatán, en mi opinión y junto a Foaming Quart (de Ya nadie lee a Pentti Saaritsa), uno de los mejores poemas publicados hasta ahora por Alba Sabina: «(…) Él es el vicio, la tormenta y el descanso, / El único que ignora el tiempo / Porque le pertenece: / Pero sólo yo sé / Que no hay sombra / Que culmine en un beso / Bajo las víboras y los naranjos. // Él es el murmullo previo / A la pequeña muerte».
«La poeta ha hablado de las presencias y ausencias que componen la identidad, una de las ilusiones o ficciones que con mayor fuerza y convencimiento trabajamos y se nos impone desde la infancia»
Si en la primera parte del libro hay un descenso escogido (¿cómo podría ser de otra forma?) a la memoria cultural; en esta segunda asistimos a un descenso a la memoria personal de la poeta, un viaje en el que, como les sucedía a los eremitas cristianos en el desierto, no faltan los demonios y las tentaciones porque esa criba que lleva a cabo la poeta mediante el solo instrumento de la palabra no está exenta, no podría estarlo, ni del dolor ni de la angustia, el remordimiento; pero también la sanación mediante el reconocimiento. En este caso, demonios y sueños, alucinaciones del tiempo y aquella que fue en los sucesivos lugares donde vivió.
La poeta ha hablado de las presencias y ausencias que componen la identidad, una de las ilusiones o ficciones que con mayor fuerza y convencimiento trabajamos y se nos impone desde la infancia. En tales circunstancias no es rara la paradoja: «(…) voz de llanto / que no se recuerda / y salvo eso / lo recuerda todo» y el derrumbe o corrección de los mayores tópicos, pues la poesía, cuando de veras lo es, siempre parece nueva, recién nacida sobre el vértigo, el peligro de no tener sentido en la búsqueda de uno: «(…) Vagaremos en las aguas de un Mar Muerto / lleno de tortugas de dos cabezas / que nos recuerdan que nuestra vida / es demasiado larga / y nuestro pensamiento, / poco más que una crisálida / al extremo de la mente».
En definitiva, Personne es el segundo peldaño en la trayectoria lírica de una poeta con una voz propia y con sus propios intereses y preocupaciones poéticas, que más allá del gregarismo y la insustancialidad de la joven poesía de hoy que tanto recuerda a los principios de la psicología del estímulo-respuesta, ofrece su gran sistema de símbolos para saber lo que en la experiencia y la naturaleza escapa a lo legislable y repetido y hallar lo que en ella hay de irrepetible y fugaz.