Título: Memoria que arde
Autora: Desirée Jiménez
Editorial: Lulú / Amazon
Género: Poesía
ISBN: 978-1548352356
Lanzamiento: junio de 2017
Precio: 6,93 € (2,99 € Kindle)
Memoria que arde, último poemario de Desirée Jiménez ilumina texturas cotidianas. El poemario empieza con una cita de García Lorca: «Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supo que pudieran juntarse y que forman así como un misterio». Y en este hilo de Ariadna, la poeta nos va adentrando en la cueva del Minotauro, pintando con versos las paredes del alma. El alma, como lugar imaginario donde proyecta su manera de vaganbundear por el mundo.
El amor, el desamor, el olvido, las ciudades conocidas (Praga, Amsterdan..), el desconcierto, la muerte, los sueños son los hilos con los que teje su urdimbre poética. La mujer como ocupación, y en su vocación despliega y dice y redice, reivindicando el ser nombrada. Imágenes de ese decir son los de la mujer-harimaguada de su poema Helena, a la que sus amantes vuelven a buscar la leche de sus pechos. Sinónimo del nutriente poético que brota a chorros del cuerpo de la diosa-poeta. Del poema Helena pasa a la letanía de Lista de la compra, donde las sensuales formas de las frutas y verduras se funden con el cuerpo deseado. En estos universos se nombra a la «sirena enmudecida» y sus capacidades de amar, o de ahogar el grito de mujer en almohadas o calderos.
El cuerpo como paisaje está presente en casi todos los poemas de Memoria que arde. El cuerpo donde se libran batallas al borde del destierro y la soledad. El cuerpo que deambula bajo su sombra de muerte. Paraíso o infierno, memoria y olvido, amor y egoísmo se contraponen como lados de un mismo prisma.
Versos que invitan a sumergirnos en músicas secretas. La música que permite visitar una intimidad de rincones próximos a la playa de la querencia como en Piel de tambor. Poema lleno de cacofonías. Redobles que producen el efecto de tamboras (palmeras huecas) retumbando y acompañando el baile frenético en un trópico absoluto.
Poemas que se contraponen en ritmos y espacios. El poema Oliveiro, que puede recitarse a manera de slam, al más puro estilo del francés Grand Corps Malade. La memoria arde, y se inflama en recuerdos y sensaciones.
El cuerpo inicia el juego de la memoria. Lugar para tender puentes y batallas. Lugar de búsquedas. Tierra indómita donde es posible llegar como único destino del ser. Desirée Jiménez va dejando pequeñas revelaciones sugeridas sobre ese ser. Y sobre este juego de Ariadna, guiño a la propia capacidad de ensoñar del lector que se encontrará al Minotauro mirándole a los ojos. Y sólo entonces quedamos atrapados en nuestro propio laberinto.
«Si tuviera que explicarlo con una metáfora, diría que la poesía es como un gato callejero que visita mi patio trasero de vez en cuando, con el que juego y que va y viene a su antojo. A la poesía no suelo dedicarle una rutina específica (al contrario de lo que hago cuando escribo narrativa), sino que más bien es algo que cultivo en mi tiempo libre. Entre semana, por las noches, aunque normalmente escribo poesía cuando tengo tiempo para vagabundear y contemplar, cuando siento que tengo algo que decir y que lo puedo poner en palabras. Me gusta escribir poesía cuando paseo, cuando tengo un rato para simplemente sentarme en el parque y dejarme llevar», confiesa la autora.
Jiménez, consciente de que vivimos en un mundo tecnológico que nos bombardea con información, entiende que la tecnología puede jugar tanto en contra como a favor. Es cierto que a veces distrae y que uno puede comprobar con asombro que se ha pasado la tarde mirando Facebook o informándose en Wikipedia sobre cómo se fabrica el vidrio, pero también es verdad que la tecnología puede ser una fuente de inspiración. En las redes sociales, en Internet, a menudo podemos encontrar escritos de otras personas, una imagen, una ilustración que haga saltar la chispa y que quizá sea el germen de un poema. Yo misma a veces saco fotografías, escribo un par de versos y propongo a mis seguidores en las redes sociales que lo continúen. Y funciona, la gente participa, y además es divertido. También, siempre que puedo, intento ir caminando en lugar de tomar el transporte o, si tengo tiempo, doy rodeos para pasar por lugares más solitarios o característicos. Lo demás es intentar organizarse un poco y dedicar algo de tiempo cada día.
¿Es este poemario un viaje al cuerpo como paisaje donde confluye todo lo vivido? Jiménez sostiene que «podría entenderse así». Para mí el cuerpo es, realmente, lo único que tenemos. Mi cuerpo soy yo, y nada más. Si tengo un espíritu sé que mi espíritu es también mi cuerpo. Mi cuerpo es la única forma que tengo de experimentar el mundo y de influir en él. Nada existe más allá del cuerpo y todo existe a través de él. Supongo que esta filosofía puede haber quedado impregnada en muchos de mis poemas», afirma.
Desirée Jiménez (Las Palmas de Gran Canaria, 1989) reside el Reino Unido desde 2013. Licenciada en Filología Hispánica, ha ejercido como traductora y correctora para empresas de videojuegos como Sega y Rockstar Games. Ha recibido varios premios y sus poemas, relatos y microcuentos aparecen publicados en diversas revistas y antologías. Es autora de la novela El País Evanescente y del libro de poemas Memoria que arde.