El escritor grancanario Alexis Ravelo vuelve a la senda del singular investigador Eladio Monroy con la publicación de El peor de los tiempos. La quinta de Eladio (Alrevés, 2017), nueva entrega de esta saga negra, la «más crítica y golfa», que inició hace ahora 11 años.

La serie de Eladio Monroy nació como un divertimento: un intento de llevar el hard boiled norteamericano de los años cuarenta a la Gran Canaria de comienzos del siglo XXI y, al mismo tiempo, de homenajear desde la parodia a los personajes de la novela negra española de la Transición: Eladio Monroy es tan comilón como Carvalho; es tan buscavidas como Toni Romano; lleva encima, como Méndez, los libros más insospechados.

Desde la primera novela comenzó a colarse en el discurso del narrador (y en la vida de Eladio) una clara orientación hacia las consecuencias de la desigualdad, una mirada hacia los más desfavorecidos y su contraste con la voracidad de quienes viven en el territorio del privilegio. Todas las novelas de la serie parten del crimen más convencional para acabar llegando a esferas de poder en las que la iniquidad se viste de cuello blanco: blanqueadores de capitales, mercaderes de lo público, políticos corruptos o empresarios corruptores abundan entre los antagonistas cuyos trapicheos Eladio Monroy desvela en sus torpes investigaciones.

«El momento perfecto»

'El peor de los tiempos', de Alexis Ravelo

Pero el retorno de Monroy era al mismo tiempo una necesidad para su creador: «En los últimos años he necesitado transitar otros caminos temáticos y estilísticos. Supongo que quería demostrar (a los demás, pero sobre todo a mí mismo), que podía hacerlo, que no era un autor de un solo tema y un solo estilo. Esos textos (los que forman el arco desde La estrategia del pequinés a Los milagros prohibidos, que incluye cosas tan distintas como La última tumba y La otra vida de Ned Blackbird) me han dado muchas alegrías, pero también supusieron un enorme esfuerzo. El año pasado, preparado para la publicación Los milagros prohibidos, decidí que necesitaba volver a un terreno conocido, de una manera más relajada. Además, Eladio Monroy seguía ahí, en la memoria del público lector, con muchos seguidores que lo esperaban. Y, por otro lado, los vaivenes político-sociales en el país han resultado vertiginosos en los últimos tiempos. Por todo esto se me ocurrió que era el momento perfecto para retomar tanto al personaje como el tipo de situaciones a las que se enfrenta», confiesa Ravelo.

El personaje es también un recurso, un medio para analizar, comprender y expresar la visión que, del mundo, tiene el escritor: «Necesito siempre a Eladio Monroy para entender ciertas cosas, ciertos desengaños, ciertas formas de violencia que están ancladas en la estructura de nuestro sistema. El resultado es que, por un lado y como siempre, me lo he pasado muy bien escribiendo sobre el mundo de Monroy y los personajes que lo rodean habitualmente, y por otro, también como siempre, he podido poner sobre la mesa asuntos que tienen que ver con las formas más sutiles de la coerción y que me preocupan mucho. Hasta aquí, una explicación más o menos racional, lógica, coherente. Si tuviera que responder sincera, franca y muy brevemente a la pregunta de por qué regresa justo ahora Eladio, tendría que limitarme a decir que Eladio Monroy retorna por joder. O por molestar, si DRAGARIA es de esas publicaciones que no admiten palabrotas». Las admite.

Ni policía ni detective

Una vez más, Ravelo aprovecha la incorregible curiosidad de su protagonista para sumergirnos en los ambientes más sórdidos de la capital grancanaria, como bien queda reflejado en la sinopsis del libro: «Eladio Monroy se ve obligado a salir de su retiro para buscar a Elvira, la hija de su viejo amigo Pepiño Frades. En principio, no hay misterio: parece un asunto sencillo, cuestión de entrar y salir, patear un par de calles, hacer algunas llamadas, conseguir una dirección o un número de teléfono. Pero el rastro de Elvira Frades conduce a sórdidos territorios a los que se accede por la puerta de atrás de los salones más lujosos. Así arranca la quinta de Eladio Monroy, el Mike Hammer de la calle Murga, experto en meterse en líos y en salir de ellos a hostia limpia».

«Eladio Monroy no es policía ni detective. Ni siquiera un periodista. Pensionista de la marina, complementa su mísero sueldo con encargos bajo cuerda. Tan sarcástico como sentimental, tan culto como maleducado, se enfrenta a cada problema con astucia, perplejidad y grandes dosis de mala baba. No es que le apetezca andar por ahí investigando a la gente y haciendo justicia. Lo único que quiere es ir echando días para atrás en la ciudad que lo vio nacer. Pero, irremediablemente, siempre acaba viéndose obligado a hacer cosas que nadie hará si no las hace él», señala la editorial.

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