Juan Carlos de Sancho (Las Palmas de Gran Canaria, 1956) es escritor, editor, guionista e ilustrador. Ha publicado, entre otros títulos, ‘La fiesta del desierto’, ‘Manuel Vázquez Montalbán en memoria’ (prologado por José Saramago), ‘La isla inventada’ (Universidad Nacional de Irlanda), ‘Las unidades fugaces’, ‘El tren del infinito’, ‘El pensamiento archipiélago’, ‘El paraíso terrenal’, ‘Diccionario del Mono Leído’ e ‘Isla Sombrero: cuentos y descuentos’. Antólogo de poetas canarios en Italia, Portugal, México y Argentina, en los últimos años asiste como ponente a diferentes encuentros y ferias internacionales de literatura (México, Argentina, Irlanda, Chile, Italia y Portugal).
Cuando DRAGARIA me pidió un texto sobre Dolores Campos–Herrero pensé de inmediato en la bibliomancia, el arte de ponerte en contacto con los libros de una forma mágica. La fórmula es sencilla, preguntas al libro que tienes delante algo que te preocupa o interesa, eliges una página y esperas a que ella te dé una respuesta, siempre sorprendente. Lo aprendí en México.
Quería contactar con Lola, preguntarle asuntos de fondo que tal vez nunca pudimos hablar del todo, en profundidad. Elegí su poesía, tres libros de Lola que me gustan: Noticias del paraíso (Puentepalo), El libro de los naufragios (Baile del Sol ) y Siete lunas (Colección San Borondón). En este último Lola me escribió en 2002 esta dedicatoria: «…por el futuro, la literatura y la luna…».
Ya está aquí el futuro, Lola, uno de los múltiples futuros que compendian una vida, también la vida de tus libros que viajan por el Tiempo bajo la luz de la luna. Ahora es otoño y quiero hablar contigo, como en aquella última despedida en una terraza cercana al barrio de Las Alcaravaneras. He buscado en tus libros tus pensamientos, con la certeza de que me vas a escuchar. Esta vez la bibliomancia será mixta, ya que algunas veces te pregunto y encuentro tu respuesta en la página que he elegido y otras es la misma página la que por azar se abre y es la que me pide la pregunta. Eso es lo que ha pasado al contactar contigo y así lo dejaré escrito.
Ando preocupado por el futuro de la Literatura, Lola, por la buena Literatura, ya sabes. Vivimos tiempos convulsos, con prisas, no hay tiempo para pensar con calma. ¿Tiene futuro la Literatura?
«Como su parpadeo nervioso
como una lámpara
a punto de apagarse…».—Pág. 32, ‘Siete lunas’—
¿De qué debería alejarse el escritor actual? ¿Crees que algo anda mal en el arte de escribir?
«En Carnaval, sin cesar
se grita,
se pregunta
¿ me conoces ? ¿ me conoces?».—Pág. 69, ‘El libro de los naufragios’—
¿Qué echas de menos en ese lugar sin nombre desde donde ahora me hablas?
«Espero, aún, que exista
el lugar imposible,
allí donde no estemos
condenados
a encontrarnos un día.Pero, venga, dame una pista.
Hazlo cuando caiga la noche
y todas sus sombras agoreras».—Pág. 25, ‘Siete lunas’—
Te doy una pista, Lola, aquí dentro del poema, donde la libertad se mueve a sus anchas y podemos hablar bajo el rumor de la noche y sus secretos. Dime, ¿vamos indefectiblemente hacia el Desastre colectivo o aún queda algo de esperanza latiendo en el universo?
«Si la vida fuese una plácida tarde
de pájaros y luces amarillas,
dejaríamos que el alma
que acaso nos habita
paseara a su antojo
deshaciendo límites».—Pág. 38, ‘Siete lunas’—
Se levantan muros, salen banderas y sus fanáticos a la calle, se comprime el debate y el consenso, apenas se establece el Diálogo, aumenta la pobreza, la indigencia y la violencia. ¿Es el mundo un barco que se hunde?
«Iba a la deriva
como la mayoría
de los barcos fantasmas.
A diferencia de otras historias,
en éste, nadie avistó una paloma
con una ramita de laurel
en el pico».—Pág. 76, ‘El libro de los naufragios’—
¿Y la suerte de los libros, Lola? Escribía nuestro paisano Galdós que si los libros no tienen piernas entonces no caminan. Algunos de ellos ¿tendrán sus lectores en otro tiempo? ¿No basta con el talento?
«Escribo en el desierto
concluyo esta carta, palabras
de arena que nunca abrirás».—Pág. 18, ‘Siete lunas’—
Cada época tiene sus descuidos, sus melancolías, somos abducidos por el mal de época que ejerce su influencia sin medida, ¿habrá una forma de protegerse del temible Moloch? ¿Cómo debe cuidarse el escritor de estas enervantes turbulencias?
«Cuando Robinson Crusoe desembarcó en su isla
desierta lo hizo llenándose de un sinfín de cosas
prácticas y un único libro de rezos.
Ahora lamenta
no haber buscado aquel libro
que le hacía las horas tan gratas.
En el fondo del mar
ilustrará a los peces».—Pág. 41, ‘El libro de los naufragios’—
Estamos en pleno otoño, Lola, a ratos entra la calima y nos desploma, pero la brisa del mar siempre llega a entregarnos su fresco de Octubre. Es la isla una hoja, son todas las hojas que forman un archipiélago que se renueva en este mes décimo. Dime, ¿estás en este otoño? ¿Compartimos las mismas hojas?
«Los pasos de este otoño, norte y sur,
son de ciudad hueca. Es por eso
que me gustaría estar en casa.
Voy a correr hasta una puerta,
hasta el umbral de un calor
que no sea nuevo, junto a una mesa
donde hay un libro. Mi vida,
páginas que no he leído. Este
otoño siento que camino sobre un corredor
de hojas, sobre una blanda alfombra,
que es de vientos.
Octubre es amable; el aire me acaricia la cara
cuando me cruzo contigo. Lo sé.
Erase una vez un hombre que me buscaba».—Pág. 32, ‘Siete lunas’—
Te buscaba hace tiempo, Lola, y te he encontrado en este lugar ideal donde todo ocurre bajo la luz de las siete lunas. Es un Paraíso de palabras y sueños, donde todo lo que naufraga vuelve al flotar y se dibuja de nuevo la quimera. Dime, Lola, ¿volveremos a vernos? ¿Cómo saber de ti?
Puedo, por tanto, afirmar
—sin equivocarme mucho—
que no soy invisible
aunque tú no me veas—Pág. 56, ‘Noticias del paraíso’—
Telde, a 18 de Octubre de 2017