‘Nación de pájaros’, de Ignacio Gaspar

Traducción: Claudia Vasile

Irina-Roxana Georgescu

Irina-Roxana Georgescu (Rumanía, 1986) dedicó su tesis doctoral a la influencia de la crítica occidental en la crítica literaria rumana posbélica (1960-1980). Fue redactora de la revista de estudios literarios y culturales ‘Euresis’ (2009-2013). Especialista de evaluación del Departamento de Exámenes Nacionales e Internacionales del Ministerio de Educación de Rumania, está presente en las siguientes publicaciones colectivas: ‘Volver a definir’ y ‘Volver a escribir’ (Editorial Vellant) sobre el escritor y guionista mexicano Guillermo Arriaga; publicaciones de la Universidad de Bucarest; en ‘Qu’en est-il de la littérature «beur» au féminin?’ (París, L’Harmattan, 2012); ‘Cartografías literarias: regional, nacional, europeo, global’ (Timişoara, 2016); ‘Mahi Binebine’ (París, L’Harmattan, 2016), Poemario ‘(Intervalle ouvert)’ (París, L’Harmattan, 2017, colección Poètes des cinq continents). ‘Nociones esenciales’ (Notiuni elementare). editorial cartea Româneascâ, 2018.

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Ironía disimulada, violencia que desmitifica la ficción, tan como aparece en la prosa corta o en las novelas, la literatura de Ignacio Gaspar representa una búsqueda de las fórmulas: a veces, el lirismo se sumerge en la narrativa y el género épico adquiere los brillos diamantinos de la poesía. Las estructuras fantasmagóricas se entrelazan sencillamente con la rutina venenosa y lo ordinario ahoga la imprescindible aceptación de lo que está relacionado con el pasado, es decir de las catacumbas de la razón. Nacido en Charco del Pino (Canarias), en 1956, Ignacio Gaspar debuta en prosa con Llanto de un canto en una noche de hambre (1975), seguida por numerosos relatos que flotan, igual que los farolillos chinos, en el cielo de verano, entre temas y personajes extraños, cartografiando lugares que están en la frontera de los mundos. Su más reciente novela, Baile de tapados (2017), presenta situaciones míseras, ocultadas por las máscaras del perpetuo carnaval que es la vida misma —camino imprevisible, lleno de cuentos, de aplazamientos boccaccianos o de sueños quijotescos.

El volumen Nación de pájaros o desesperación de amanecer (Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Aguere, 2012) representa, ante todo, una curiosidad desde dos puntos de vista: por un lado, debido a su dimensión social y, por otro lado, debido a las disonancias líricas que se están produciendo relacionado con la coordinada principalmente narrativa de la ruta que recorre el escritor.

El retraso del poema —que se puede entender como un acto teatral— es el retraso de la muerte. La vida se va consumiendo entre la salida y la puesta del sol. Tanta frivolidad, al fin y al cabo, si no encontráramos en este transcurso sentidos de los retrasos o de las reconciliaciones de los contrarios. Pero incluso el aplazamiento llega a ser una promesa del fin de la vida, es, de facto, una pena de muerte. Aplazando, vamos perdiendo nuestra identidad. A pesar de esto, Ignacio Gaspar trasplanta en la poesía guiones de la búsqueda de respuestas que puedan demostrarle que existe. Parecemos todos versiones de brutas desorientadas, postbrutas en un mundo postirónico. Ignacio Gaspar sorprende el pandeterminismo de la materia gobernada por el pánico de la desintegración, por las angustias y por el final definitivo. Y entonces el reino Animalia se impregna de la ilusión de la presencia, por medio de las palabras que hieren y que ya no se pueden borrar, sedimentándose como los pétalos de magma por encima de los objetos habituales, sobre los puntos de referencia existenciales. A veces, el poeta se obstina en catalogar nombres, como si resucitara el pasado, como si arreglara la realidad. En este cuadro de las formas —sin-nombre o de los nombres olvidados—, se van cuajando imágenes compensatorias para la búsqueda de sí mismo, la questa personal viéndose estremecida por la necesidad de decirlo todo, de no dejar nada por fuera, quizás por razones éticas, porque el autor propone una nueva moral, otra vez ganada después de luchar contra lo efímero. ¿Actúa de esta manera por miedo? Por una especie de culpabilidad tentacular? Sin embargo, es cierto que la realidad poética se está quebrando en versos muy duros, a las cuales tenemos que acostumbrarnos, como un modo de adaptación, de aplazar el final inevitable. La desesperación llega a ser la condición sine que non< de la supervivencia en un mundo agredido por todas partes. Desesperas luego existes, parece ser el nuevo cogito poético exhibido por Ignacio Gaspar.

«el poeta acude a los artefactos de la casualidad, dejándose guiado por los espectros del mundo contemporáneo»

En Otra primavera, los versos parecen repetir un papel: «Esta actriz de mis ojos, se / inventó a sí misma / para resistir los tiempos y / renacer constantemente y / abrirse cada día, / como flor amarilla / en la raya de sombra y luz / de la puerta exacto de mixtura de generaciones de gente / y máscaras, tocada por el aire de las estaciones, y de los tiempos» (p. 57). Las instancias que pueblan el mundo de Ignacio Gaspar son marionetas del destino, que disponen de poderes divinatorios. El pasado se derrumba en este proceso de evocar, de ensamblar piezas de lego que se unen, como en un juego de suerte y azar, al hilo conductor del presente, sometido a la incertidumbre o a la negociación. «¿Qué fruta de olor / se revive y se desea con dolor / contradicción, hambre, posesión / y necesidad, / en noviembre o en febrero? // ¿Qué sueño, qué anhelo afila / el puñal impredecible de la debilidad, el deseo, la fuerza, / el poder, la impotencia o / la traición?» (#Otra selección, p. 82). Las preguntas retóricas del poeta tinerfeño cruzan el cielo de plomo de la página como unas flechas dirigidas hacia unas dianas móviles. Lejos de amortiguar la carga que la conciencia lírica vuelve a sentirla visceralmente, desenmascarando el Mal —el poder utilizado abusivamente, las contradicciones, el hambre, el binomio posesión-necesidad— el poeta acude a los artefactos de la casualidad, dejándose guiado por los espectros del mundo contemporáneo. La metáfora de la transparencia, por la cual se deja dirigir a veces el poeta, como un Orfeo en el otro mundo, es un juego de azar. Sin embargo, no carece de importancia el hecho de que el último poema La otra máscara, la misma sorprende la inseguridad del poeta, reflejo de la lucha continua contra las varias estrategias de supervivencia. La máscara usual (¿cuál es mi máscara habitual?) significa aceptar los tormentos, no superarlos. Somos, en definitiva, una civilización sisífica, y la osadía consiste en imaginarnos a Sísifo feliz.

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