María Elena Villamandos González (Santa Cruz de Tenerife, 1971) es narradora y poeta. Autora de la novela ‘Pasajeros del tiempo’, ha ganado el premio Cajacanarias con el cuento titulado ‘Trazos Interrumpidos’ y el del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife con el conjunto de relatos ‘Curiosas Atadura’. Algunos de sus escritos han sido recogidos en diferentes antologías de microrrelatos y de poesía, y han sido publicados en suplementos de periódicos y en revistas enfocadas a la literatura y al arte en general. Coordinadora de los talleres de creación literaria Los inventores de cuentos impartidos en la biblioteca pública del TEA y en el centro de enseñanzas artísticas Rayuela, ha participado en los talleres de creación literaria del escritor peruano Jorge Eduardo Benavides y en los clubs de lectura del TEA, además de en la Escuela de Actores de Canarias.
Blog – Facebook – en DRAGARIA
«Señores, Rut Marrero ha muerto, esto es lo que hay. Ha perdido el mundo. Ha dejado el teatro».
Con esta contundente afirmación en boca de Perseo, uno de los personajes de lo que yo daría en llamar nivola, más que novela, de María Teresa de Vega, se eleva el telón del escenario y da comienzo la acción de esta historia que no es una historia sino dos discurriendo a la par.
Dos historias paralelas contadas desde dos perspectivas muy distintas de lo que podríamos considerar el universo vital de Rut Marrero, la escritora que acaba de morir y a la que meses antes habían sustraído, de manos de su editor, su última novela, manuscrito irrepetible del que no existía copia alguna.
A partir de estos dos hechos, la muerte de Rut Marrero y el robo de su manuscrito meses antes, se desencadena una estupenda y original narración construida a base de escenas; escenas que parecen en muchas ocasiones no diferenciarse a un guion dramático nada más que en la forma en la que está trazada su escritura.
El escenario principal sobre el que la autora coloca a los personajes es la librería de Gretel, en la capital santa crucera. Por allí pululan una serie de personajes, algunos principales y otros secundarios, cuyos diálogos en torno a la clarificación del robo del irrepetible manuscrito, sirven para desarrollar toda una serie de ideas y maneras de relacionarse. Estos variopintos diálogos permiten a la autora mostrar, de manera descarada y sin tapujos, la doble moral en la que se mueve el mundillo literario de la ciudad. Las luchas de ego, las envidias ocultas, las esperanzas truncadas, la manera de lidiar cada cual con el fracaso y con la crítica, con la verborrea petulante y con el trasfondo de sus intenciones. Se trata pues de una crítica ácida y descarnada de un sector del arte, el de la literatura, cuyas personalidades sustentan fundamentalmente sus relaciones en la hipocresía, la cual se acepta y se toma como necesaria y principal forma de convivencia, casi diría que de buena educación. Como por ejemplo podemos leer en la página 118, escena 59, cuando Rut le habla a Ariadna sobre el fenómeno de la adulación:
«Yo misma he adulado, le dice a Ariadna, he practicado la hipocresía y te diré por qué es un fenómeno complicado. Lo es porque pienso también que la hipocresía es necesaria para el discurrir fraternal, es necesario vivir en un mundo de pequeños engaños. Un mar de tibias gotas que lamen los egos doloridos, porque siempre, siempre, tantas cosas nos hieren. ¿Para qué más?».
Creo que esta confesión de Rut refleja exactamente la sensibilidad de cada escritor y escritora que aparece en la novela y así se muestra la hipocresía como una máscara social desde su más tierna concepción, una ternura y una compasión frente a la máscara que se percibe en cada una de las escenas por lo humano y en el fondo, tan permisivo que es este carnaval, dado que cada personaje mostrará su cara social a su manera y, de esta forma, todos se sabrán aceptados, tal y como sucedería sobre las tablas de un teatro.
Frente a esta realidad doble, que de ahí el título del libro El doble oscuro, entre cara vista y cara oculta del personaje, se nos muestra un doble aún más profundo y es aquel que se puede leer en las confesiones de Rut a su amiga Ariadna, una de las pocas amistades que se nos revela como ciertas y sin farsas desde las primeras líneas.
Rut es el único personaje que no aparece en ninguna de las escenas de la librería donde se reúnen los intelectuales escritores y críticos. Esto funciona de tal forma que permite a la autora reflexionar sobre el yo profundo y real de la persona, el que va más allá de las convenciones sociales. De este modo vemos cómo Rut se desnuda frente a Ariadna en sus confesiones durante su enfermedad y le habla con sincero tono de lo que fue su vida en común con su ex marido, de sus ideas en torno a la existencia humana y de sus visiones más metafísicas.
Temas como el azar y el fracaso con fragmentos tan magníficos como este:
«No dimos con la pareja adecuada, tal vez la que sí lo era se paraba con nosotros ante un semáforo, estaba en la mesa de al lado de un restaurante. O veíamos su perfil en el puesto de la carne en el mercado. Porque en general no estamos hechos para el acierto, y sí, qué extraño, hechos estamos para tantas cosas, tantas, escúchame, tantas, tantas cosas que no soportamos y que son la vida».
O temas como la identidad en esta reflexión de Rut a Ariadna y que además engarza con lo que María de Vega ha querido contar en el trasfondo de esta nivola suya:
«Es un misterio Ariadna, por qué se empeña una en lo que no puede ser. ¿Por qué? Cosas de la bochornosa, quebradiza identidad. Te parecerá baladí, insustancial, pero la ropa con la que nos vestimos, o alguna ropa al menos, tiene trasfondo lírico, es una oda al territorio de dulzura de la vida. Imagínate un escenario teatral vacío, adusto, y en este, de pronto aparezco yo, no solo vestida, sino con una vestimenta toda nueva y magnífica. Un lienzo que se te regala».
La identidad como algo que nosotros mismos creamos, como la propia interpretación de nuestro propio personaje sobre nuestro propio escenario. Algo latente desde la línea cero, menos uno, de esta nivola de María de Vega.
Me atrevo a calificar esta novela de María de Vega como Nivola, subtítulo con el que Unamuno publicó su innovadora Niebla porque, junto con aquella, El doble oscuro comparte una serie de rasgos narrativos que la hacen diferente de todo lo que podríamos leer en la literatura canaria que nos antecede. Por ejemplo: la confluencia entre novela clásica y reflexión filosófica, la poca importancia de las costumbres y los entornos de los personajes los cuales se colocan en el escenario de una librería que funciona como ecosistema ideal para que se desarrolle el diálogo o en un espacio informe y casi más cercano al sueño, que es el lugar interior de Rut Marrero, donde lo único que importa y trasciende es el drama íntimo de la persona con todas sus contradicciones, pérdidas y frustraciones reales aunque más cercanas estas a lo onírico en muchos pasajes, sobre todo en aquellos en los que Rut le cuenta a Ariadna algunos de sus sueños más metafísicos. Otra característica compartida con la nivola en esta obra sería, por supuesto, la importancia de los diálogos y los monólogos, sobre los que, narrativamente hablando, se apoya toda la acción. También el predominio del lenguaje poético, en muchas ocasiones forzadamente opulento, como herramienta para la crítica más sarcástica definiendo así la petulancia de los egos.
De este modo he de decir que mientras leía este libro no podía dejar de recordar una y otra vez, no sólo a Unamuno, autor que siempre me ha maravillado y del que leí toda su obra en mi adolescencia, especialmente su magnífica Niebla y San Manuel Bueno Mártir, sino también las llamadas vanguardias en el teatro del siglo XX.
«escrito sobre una estructura estrictamente narrativa, apoyándose en breves escenas que van conformando, a base de diálogos, la crítica que subyace»
Y este ha sido uno de los rasgos que más me ha llamado la atención durante la lectura de El doble oscuro, su semejanza con los teatros de vanguardia, sin embargo, ahora, en la pluma de María de Vega, escrito sobre una estructura estrictamente narrativa, apoyándose en breves escenas que van conformando, a base de diálogos, la crítica que subyace. Me ha traído a la memoria autores como Valle Inclán y el teatro del esperpento con su Luces de bohemia, o a Miguel Mihura y el teatro del absurdo con El sombrero de tres picos o, también dentro de la línea del teatro del absurdo, al que podríamos considerar como su máximo exponente, Samuel Becket con Esperando a Godot.
Por otro lado y no menos importante es la conexión con la sátira a lo largo de toda la obra. Con la sátira, los vicios individuales, las locuras, los abusos o las deficiencias se ponen de manifiesto mostrando personajes ridículos, vagos, arrogantes, que dicen ser una cosa y en realidad son otra muy distinta, que disfrazan sus carencias y limitaciones creativas con una verborrea que pretende ser convincente sin conseguirlo y aun así, sabiéndolo todos de manera descarada, existe un empeño en mantener sus posiciones frente a un público que contempla todo esto sin poder evitar la risa.
Es el caso del personaje que yo propondría como el más conseguido de la novela, aquel al que llaman Higo Pico en el que, como claramente se vislumbra, ya en el propio nombre queda implícita la burla. Sobre este personaje se podrían escribir innumerables disertaciones y, sin embargo, a pesar del ridículo en el que se nos manifiesta, acaba resultando, bajo mi punto de vista, el personaje mejor logrado en cuanto a caracterización y por el que una acaba sintiendo más ternura, tal es lo magistral del logro de la sátira en esta novela. Y debo decir que, nuevamente, todo esto me lleva a encontrar similitudes con otro gran clásico de la literatura española que es el Quijote de Cervantes, el loco lúcido que cabalgando junto con su escudero, Sancho Panza, el cuerdo tonto, construyeron a base de hermosos, ingeniosos e inteligentes diálogos, lo que yo calificaría como la mejor comedia sátira de toda la historia de la literatura universal.
Diría, para concluir sobre la obra de María de Vega El doble oscuro, que es un clásico abordado desde formas modernas, en consonancia con los formatos de escritura breve que han proliferado en la actualidad gracias a la democratización de la cultura llegada con las nuevas tecnologías y los nuevos yacimientos de publicación digital, con plataformas tales como redes sociales y blogs. Un clásico, en fin, que espero que el tiempo coloque en el lugar que se merece, no solo en la literatura canaria, sino en esa España allende los mares, y que los lectores disfrutarán, sin duda, pues irán de la risa más burlesca a la reflexión más íntima de tantas cuestiones sobre los conflictos existenciales y el sentido del tiempo y de la trascendencia del ser.
Y ya que inicié esta exposición con las palabras de Perseo en la primera escena, no quiero cerrarla sin darle voz a mi querido Higo Pico, la voz que este magnífico personaje se merece. Literalmente, en el último fragmento de la última escena de El doble oscuro, dice Higo Pico así:
«Vaya, doña inspiración a veces me visita. ¡Jodía! ¿Por qué a veces, muchas, te ocultas? ¿Quién te paga? Es la mafia de la librería. Si les cortas las piernas, ya no podrán ir tantas veces como quieran. Las sillas de ruedas agotan. No obstante, que en sus regazos transporten a los pollos, y les caguen en la silla y el regazo. Allí aupados, movilizándose por las carreteras, o los carreteros».