Palabras para Dolores Campos-Herrero

Texto #2 del especial que DRAGARIA dedica a la escritora y periodista Dolores Campos-Herrero en el X aniversario de su fallecimiento

Especial Dolores Campos-Herrero

Cecilia Domínguez
Foto: Carlos Prieto.

Cecilia Domínguez Luis (La Orotava, 1948) es licenciada en Filología Hispánica. Premio Canarias de Literatura 2015 por su larga trayectoria literaria, es autora de más de una veintena de libros. Se prodiga en poemas, pero también se ha dedicado a la  narrativa y al cuento infantil, siendo este uno de los objetivos que más la incentivan. Primera mujer en acceder a la presidencia del Ateneo de La Laguna (entre 1999 y 2001), ha sido también una de las primeras escritoras en ingresar en la Academia Canaria de La Lengua, a la que pertenece desde 2011. Nombrada miembro del Instituto de Estudios Canarios en 2013, sus obras han sido traducidas a varios idiomas, como el francés, el rumano y el alemán, y ha participado como ponente en diversos congresos nacionales e internacionales de lengua y literatura, así como en encuentros de poesía, dentro y fuera de las Islas.

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Conocí a Dolores Campos-Herrero, una fría tarde de 1987, en la Universidad de La Laguna. Las dos íbamos a leer poemas de nuestros libros publicados en la colección AÑIL. Ella, Chanel número cinco, su primer libro, yo Un cierto sabor ácido para los días venideros.

Desde el primer momento vi en ella a una mujer cuya mezcla de ironía y ternura formaba parte de un mundo, el suyo, lleno de palabras, colores y sensaciones que nos transmitía a través de sus textos.

Y cuando terminé de leer Chanel número cinco, me di cuenta de que Lola transitaba por lo paradójico de la existencia y de las relaciones humanas, y lo hacía, en este caso con poemas cortos y versos poblados de imágenes sorprendentes.

Siguieron otros libros de poemas como Siete Lunas o Noticias del paraíso, una producción poética que intercalaba con una extensa obra narrativa que fue tomando fuerza a lo largo de los años.

Los títulos narrativos se suceden: Basora, Daikiri y otros cuentos, Alejandra me mira, Rosaura y los autómatas y otros tantos en los que su autora nos ofrece un juego de luces y sombras, y donde el humor y la transgresión toman al lector por asalto.

Y así, todos supimos de las grandes aptitudes de la escritora para el relato breve. Un género que la autora dominaba, pues parecía sentirse cómoda en las distancias cortas, desde las que indaga sobre la compleja naturaleza humana, donde sus protagonistas, en ocasiones, se ven manejados por un azar que no controlan, inmersos en un marasmo, principalmente urbano, en el que la comunicación es difícil, imposible, a veces. Y de esta forma, conocimos su desembarazo, esa manera tan suya de mirar debajo de las alfombras, de presentarnos una realidad cotidiana con finales sorpresivos y llenos de una ironía que nos llevaba, inevitablemente, de la risa a la reflexión. Incluso, nos hizo cabalgar sobre escorpiones y ciempiés, en un curioso bestiario doméstico, Fieras y ángeles, en el que el hombre resulta más incomprensible que los animales.

«los relatos de Dolores Campos-Herrero hay que leerlos y releerlos, con la predisposición de interiorizar lo escrito, de tal manera que podamos descubrir lo que hay más allá de las palabras»

Ella misma, al hablar de las cosas que la movían hacia la escritura, decía: «Lo irreal que se esconde debajo de lo real, lo absurdamente doloroso, la extrañeza de vivir…pero también los objetos y su presencia emocional en las vidas propias y ajenas». Una afirmación que nos aproxima a la idea borgiana del cuento: ese acercamiento a aquello que está más allá de la realidad supuesta.

Y es que los relatos de Dolores Campos-Herrero hay que leerlos y releerlos, con la predisposición de interiorizar lo escrito, de tal manera que podamos descubrir lo que hay más allá de las palabras.

Pero, como dije antes, en ese discurrir por los objetos y la vida cotidiana, no puede faltar el humor y la ironía, algo siempre presente en toda su obra, y que nos rescata de la grave seriedad cotidiana para llevarnos a la sonrisa, al mismo tiempo que nos mantiene alerta.

Y con estas chispas de ingenio, Lola nos confirma en un mundo complicado y contradictorio, pero, al mismo tiempo, atrayente.

No falta en sus relatos, como no podía ser de otra forma, una mirada a la infancia, porque es realmente en ese territorio donde tienen lugar nuestras primeras ficciones, por las que creamos un mundo a nuestra medida para conjurar nuestros miedos, nuestros conflictos o nuestros desencuentros. Porque siempre partimos de lo que fuimos o de lo que pudimos haber sido, y ese volver al lugar de nuestras primeras y decisivas experiencias, puede traducirse en un poema, en una novela o en un libro de cuentos, donde esa memoria aparece transformada, pero siempre presente.

«siempre partimos de lo que fuimos o de lo que pudimos haber sido, y ese volver al lugar de nuestras primeras y decisivas experiencias, puede traducirse en un poema, en una novela o en un libro de cuentos»

Y, un día, nuestra Penélope particular decide terminar sus historias y elige octubre, ese «mes fronterizo en el que el año desciende ya de forma vertiginosa hasta su término»; un mes que, también en palabras de la autora, resulta «un tiempo sosegado e inspirador, apropiado para empezar algo diferente» Y ella —o el inevitable azar— lo eligió para emprender su viaje, arrimando su escalera al infinito, y dejándonos, para que su despedida fuera menos dolorosa, su enorme obra tejida, día adía, con palabras renovadas, con la fuerza de quien se sabe parte de un mundo al que amó a pesar de, o tal vez por sus contradicciones.

Quiero terminar con un emocionado recuerdo a Dolores Campos-Herrero, Lola, para los que tuvimos la suerte de contar con su amistad; una mujer a la que debo más de una despedida y muchas sonrisas. Y quiero hacerlo con unos versos de Lola y sus Noticias del Paraíso, en el que están inmersos nuestros deseos de eternidad y la promesa de su memoria:

Pasarán más de mil años, perdidos bulevares, muchos más.
Y seguirán siendo tus ojos ríos profundos a la luz 
de los anuncios callejeros. Como hoy, bajo los tilos de la tarde, diré 
esta misma frase. Y el viento recorrerá las esquinas.

Hasta siempre, Lola.

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