Pablo Sabalza Ortiz-Roldán (Pamplona, 1976) es licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra, así como por la universidad de Nancy-2 y Le Havre, ambas en Francia (especialidad en Derecho Comunitario e Internacional). Galardonado con el premio Francisco Ynduráin al autor joven con mejor proyección en Navarra, ha estado incñuido en distintos medios de comunicación nacional en la sección de ‘Jóvenes extraordinarios’. Su primera novela,’La cometa de Miel’ (Mercurio Editorial – 13ª edición-), está incluida como lectura recomendada en más de un centenar de centros docentes de las islas Canarias, así como ‘El secreto del estuche’ (Mercurio Editorial – 4ª edición) y ‘El cuento de los cuentos’ (Mercurio Editorial – 4ª edición-). Ha impartido cursos sobre escritura creativa y publicación editorial en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y ha sido secretario de la Asociación Canaria de Escritores. Actualmente colabora en distintos medios de comunicación y es director de Ámbito Cultural en Las Palmas de Gran Canaria.
Me han solicitado que escriba acerca de Dolores Campos-Herrero y me veo en la obligación de desvelarles el secreto que a día de hoy tenemos entre ella y yo.
Todo empezó cuando atendí a Lola en la librería de El Corte Inglés de Las Palmas de Gran Canaria. Ejercía de librero en los grandes almacenes desde hacía un par de años.
Corría el año 2006.
Había abandonado un despacho de abogados en mi ciudad natal, Pamplona, para trasladarme a la capital Gran Canaria dejando huérfanos a mi padre y a mi hermano de compañero de trabajo.
Durante tres años estudié la carrera de derecho en Francia y esa estancia en el país galo me presentó a unas jóvenes hermanas canarias que me hablaron del archipiélago canario como si se tratara del paraíso terrenal.
Lejos de querer anclar la lectura de mi vida a un código civil, mercantil y a inagotables bloques de folios decidí, no sin algún problema familiar propio de mi decisión, abandonar esas lides para buscar un sueño. Ser escritor.
Desde los catorce años acudía a talleres de escritura en la casa de la juventud sita en la capital navarra por lo que ya estaba herido por la letra desde mucho tiempo atrás.
Amaba la literatura como el girasol al sol. Devoraba los libros. También es cierto que me convertí en un ermitaño. Pasaba mucho tiempo solo.
Muchos clientes se sucedían por la librería para que les recomendase una novela, ensayos, biografías o guías de viaje. Por aquel entonces también viajaba mucho.
Era tal el nivel de conocimiento que adquirí del género del que se nutría la librería, que fui seleccionado y, por ende, trasladado para asesorar a los compañeros que se incorporaban en la península a los departamentos de librería de los nuevos centros El Corte Inglés.
Ubicaba un libro en la estantería cuando se acercó Lola. Le habían hablado de mí. Me dijo, palabras textuales:
-Me gustaría que a mí también me sorprendieras con la recomendación de un buen libro.
Desde el primer momento supe quién era, ya que por aquel entonces Ámbito Cultural daba sus primeros pasos y Dolores ejercía de madrina en muchas de las primeras actividades culturales que se programaban de la mano de su directora, Anna Buil.
Recuerdo que le presenté el Premio Azorín de aquel año. La obra se titulaba ‘El penúltimo sueño’. La autora era Ángela Becerra. Le describí la historia de amor que transcurría entre los ancianos protagonistas. No le convenció.
Nos acercamos a los ‘clásicos contemporáneos’ como yo les llamaba. Tal era el caso de ‘El médico’ de Noah Gordon; ‘El ocho’ de Katherine Neville; ‘El perfume’ de Patrick Süskind o ‘Los renglones torcidos de Dios’ de Torcuato Luca de Tena.
Todos los había leído.
Me señaló si le podía recomendar algún libro de autor o autora canaria.
La estantería de autores canarios apenas estaba nutrida. Los muchos o pocos autores de los que disponíamos estaban sujetos a editoriales locales como Anroart, Idea, Puente Palo y alguna del Cabildo. Bien es cierto que destacaban las obras de ‘ El Corredera’ y ‘El rubio’. Pepa Aurora, Barreto, González Déniz y poco más. La que más vendía, sin ninguna duda, era la Cocina de Carmen Cabrera. Esa sí que era y es un bestseller.
Alexis, Santiago, Pepe, Susi…empezaban a publicar sus primeros libros y aún no eran muy solicitados.
-No sé qué recomendarle. No me quiero fiar de las ediciones. No he leído ninguno. Si quiere leer el de la Cocina de Carmen Cabrera –apunté.
Rio.
-Igual un día escribo mi propio libro sobre Canarias y así, la próxima vez que coincidamos, se lo recomiendo. ¿Qué le parece?
-Me quedo a la espera, entonces –indicó sonriendo.
Se marchó.
Coincidimos en varias ocasiones. En la librería gran parte de ellas. También en Las Canteras. La recuerdo comiendo con su familia. Supongo que serían allegados suyos. Ellos hablaban y ella miraba a la mar. Yo no miraba a donde ella miraba. Yo la estaba viendo mirar.
Tenía la vista perdida. No estaba en este mundo. Se había desplazado a otro. No sé a cuál.
Siempre la recuerdo con esa mirada.
Coincidimos en el paseo tiempo más tarde. Iba con una muleta.
Estábamos cerca de los muellitos sitos próximos al auditorio Alfredo Kraus. Uno de ellos, el que tiene su paseo, ya lo conozco como ‘El paseo de Lola’. Siempre que voy me acuerdo de ella. Guárdenme el secreto.
Por culpa de Dolores Campos Herrero inicié mi periplo durante tres años por las Islas Canarias con una mochila y una caseta o tienda de campaña.
Recorrí el archipiélago durmiendo en lugares que no quisiera ni nombrarles. Sintiendo una soledad que me provoca tristeza describirla.
Ella falleció antes de que finalizase mi libro, ‘La cometa de Miel’. Editado en 2008.
No pude recomendárselo.
Hoy soy el director de Ámbito Cultural de El Corte Inglés en Las Palmas de Gran Canaria y el Club de Lectura sigue llevando su nombre. Club de Lectura Dolores Campos-Herrero.
Por muchos años, por siempre…
A ti, que por culpa tuya me lancé a escribir mi primer libro.
Lola, el secreto queda desvelado.