Pablo Sergio Alemán Falcón (Arucas, 1980) es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y profesor de Lengua Castellana y Literatura en el IES Lomo de La Herradura. Perteneció a la Asociación de jóvenes escritores Aenigma; de Sensu Infraspiritu, en la que publicó, junto con los demás miembros, textos creativos a través de tres antologías, ‘Aenigma’ (2002, 2003 y 2004). También participó en la revista digital de la misma asociación, Tinta sobre Papel, con varios artículos de divulgación literaria. En el año 2015, algunas de sus composiciones fueron publicadas en dos obras, ‘Pluma, tinta y papel’ y ‘Versos en el aire IV’ (Diversidad Literaria). En 2016 se publica su primer libro en solitario, ‘Madera y metal’ (Idea) y se traducen algunos sus textos al rumano a través de la antología de autores canarios ‘El barco de papel’ (12 poetas de Canarias). También ha colaborado en la iniciativa ‘Cuadernos de Humo’ del poeta Hilario Barrero. Actualmente es miembro de la Nueva Asociación Canaria para la Edición (Nace) y colabora para el blog digital de reseñas literarias El marcador de libros.
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Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
—José Hierro
Quizás otras pisadas desgastaron
los mismos escombros donde reposas;
seguro que remendaron el tejido
que sueles distinguir en susurros,
y que alguna moneda mostró aquello
que esconden los metales en la noche.
No obstante, aquí y ahora te advierto,
mejor dicho, aquí me ases, buscando
la frase de juglar que canta la vida,
qué antítesis puede ser el universo
y no serlo a la vez en el vacío
que te llena y que me das a cambio.
Pregunto e insisto qué nombre contiene
el pozo que rebozas en silencio,
si fue acaso la senda de una espalda
jugando en tu memoria a rascarse
durante la luz tenue de la arena,
o, tal vez, unos ojos que gustaron
el plato que azulaba el apetito
de nada, de la nada en absoluto.
Hojeo cada rayuela de tus párpados
en donde se traslucen tus dolores
y solo veo inflamado un atributo
de amor como un papel envejecido
donde cada sonrisa es solo un gesto
fugaz de esta urbe que nos rodea.
No entiendo tus confines, pero intuyo
que no hay en mi bolsillo suficientes
fisuras entre mis paseos cotidianos
y yo no soy más cuando acelero
y exclamo que te ofrecí el dorado
creyéndome mi propio juramento.
Esquivo la mirada y me despido:
Margullo en mis entrañas tu penumbra
con toda su humildad e itinerancia
y llevo tu respuesta sobre el hombro,
un verbo desechado de tanto silencio
en donde hasta nada es demasiado.