La excepción Dolores

Texto #9, con el que se cierra el especial que DRAGARIA ha dedicado a la escritora y periodista Dolores Campos-Herrero en el X aniversario de su fallecimiento

Juan Cruz
Juan Cruz (Foto: Carlos Álvarez, ‘El País’).

 

Juan Cruz (Puerto de la Cruz, 1948) es periodista, escritor y editor. Estudió Periodismo e Historia en la Universidad de La Laguna y comenzó a escribir en prensa a una temprana edad en el semanario Aire Libre.Fue miembro fundador del periódico El País y director de coordinación editorial de Prisa, director de Comunicación de Santillana y responsable de la Oficina del Autor. En su faceta literaria, ha publicado una veintena de libros, entre los que destacan la novela ‘Crónica de la nada hecha pedazos’ (1972) por la que obtuvo el Premio Benito Pérez Armas o ‘El sueño de Oslo’ (1988), galardonado con el Premio Azorín. Recibió el Premio Nacional de Periodismo Cultural en 2012. Fue nombrado director adjunto de El País en 2014.

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Era excepcional Dolores. En Canarias. Lo hubiera sido igual fuera. Pero ella era una habitante de una tierra genial carcomida por la envidia y el desdén. Y ella era excepcional en ese clima. Decía Albert Camus que el sol que reinó sobre su infancia lo privó de todo resentimiento. Le pasó a Dolores. Pero el sol no hizo lo mismo con todos los canarios que se dedican al arte, a la literatura, a la diversidad de oficios que, quizá por la soledad en que son desarrollados, aumentan el significado del ego hasta hacerlo insoportable, como la antipatía por el otro, como la envidia. Pero ese sol de Camus cayó de lleno sobre la figura menuda y ágil, feliz y comprometida, de Dolores Campos-Herrero. Era una escritora formidable, y casi no habló de su literatura. Tampoco se comparó con nadie, practicó la elegancia solitaria de la esperanza: la esperanza de que los otros fueron buenos e incluso mejores, y les dio entrada en sus informativos, en sus entrevistas, en sus presentaciones. Era excepcional Dolores; tan buena que no se la podía llamar sino, como a Camus, justa. Era una mujer justa, y no presumía ni de justa ni de mujer. Era sencilla como las flores pobres, y grandiosa como la orilla del mar.

Cuánta falta nos hace en este sol ahora sombrío de las islas.

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