Antonio Arroyo Silva (Santa Cruz de La Palma , 1957) es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de la Laguna. Ha sido colaborador de revistas como ‘Artymaña, La Menstrua Alba’ (Canarias), ‘Zurgai’ (Bilbao), ‘La palabra y el Hombre’ (Veracruz, México) y de medios digitales como la revista de la Sociedad de Escritores de Chile, ‘Cinosargo, Neotraba’, o de la prensa local, sobre todo en ‘Diario de Avisos’. Ha publicado los libros de poemas ‘Las metamorfosis’, ‘Esquina Paradise’ , ‘Caballo de la luz’, ‘Symphonia’, ‘No dejes que el arquero’ (Col. Instante Estante, Brasil, 2012), ‘Sísifo Sol’, ‘Poética de Esther Hughes. Primera y Mis íntimas enemistades. Las plaquettes Material de nube’, ‘Un paseo bajo los flamboyanes’ (2012). En ensayo, ‘La palabra devagar’. Ha participado en antologías nacionales e internacionales. Es miembro de Remes (Red de escritores Mundiales en Español) y de la Nueva Asociación Canaria para la Edición (Nace).
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Estas son las premisas de un
anti poema sobre Dulce Díaz Marrero:
que no haya lluvia, que no sea verano,
que su voz de montaña no recuerde
el cuerpo de Janis Joplin; porque el verbo
se hizo carne en un guiño de Dulce
y habitó en un solo de Olga Luis Rivero.
Que no, que no me toque las narices
el poema, sus labios de poema,
sus lágrimas de cocodrilo de poema,
que no me toque el alma de la nariz.
Porque un anti poema que despierte
la memoria de Dulce debe de ser
algo así como música, algo así
como un boj o una flauta de sintaxis.
Pero no quiero escribir nada más
que un instante con Dulce en sus canales
vena. Sería mucho pedir,
sería el habla de la mantis de José Watanabe
con la trompeta azul de Chet Baker.