Balbina Rivero (Granadilla de Abona, 1944) ha publicado las novelas »Doce horas para quince años’, ‘Inextricable’, ‘Óscar & Óscar’, ‘Cuerda locura’, ‘Luis Diego Cuscoy, maestro y poeta’, ‘Fela, amiga y maestra’, ‘Amaro Pargo, el pirata de Tenerife’, ‘Beneharo, mencey de Anaga’ o ‘Fin del mito’; los libros de relatos ‘Ya nada es igual’, ‘Aires del sur y del este’ y ‘Ella confiesa’; los libros infantiles ‘Pipo’, ‘La rebelión de las vocales’ y ‘Una dosis diaria (de lectura)’; el poemario infantil ‘Entre alas y olas’; el volumen de aforismos ‘Viaje por la vida’; los poemarios ‘Ausencias’,’ Levedad del ser’, ‘Festín de Venu y otros dioses’ y ‘Poemas al viento’. Ha participado en gran número de antología y libros solidarios, y ha publicado asimismo en la prensa local, en las revistas literarias ‘Entrelíneas’, ‘Seixo Reviw’, ‘Insularia’ e ‘Isla Negra’. Organiza recitales poético-musicales.
Claudia nació y vivió en una isla y como todas las islas, la suya, estaba rodeada de mar y, aunque parezca imposible, la niña nunca lo había visto. Había oído hablar de él y de cómo lo surcaban los barcos, que los pescadores salían a faenar, que sus primas, las que vivían en la capital, veraneaban en una playa y se bañaban todos los días en las aguas marinas, y en otras muchas conversaciones oyó otras historias más. Su pueblo era el único de la isla que no daba al mar sino que estaba rodeado de bosques.
Claudia, de naturaleza curiosa, ya no podía seguir esperando que su padre cumpliera la promesa de llevarla a ver el inmenso y azul mar. Ella quería verlo ya. No sabía cómo hacerlo y empezó a darle vueltas a las muchas ideas que asomaban a su cabecita. Como no encontraba una solución, se puso muy triste y empezó a llorar y llorar. Tanto lloró que sus lágrimas formaron un río. A través de sus ojos húmedos le pareció ver una barca chiquitita en una de las orillas y se metió en ella.
¡Qué agradable sensación! Ella no sabía muy bien si caminaba, nadaba o navegaba, lo cierto era que iba río abajo. ¿Llegaría hasta el mar? Su hermano mayor, cuando estudiaba y lo hacía en voz alta, le oyó decir muchas veces que los ríos desembocaban en el mar y como su pueblo estaba situado en las cumbres de la isla y era el más alto de España respecto del nivel del mar, cada vez su embarcación cogía más velocidad pendiente abajo.
Hubo un momento en que los paisajes dejaron de ser familiares para ella.
Seguía descendiendo por las cálidas aguas y, si quería llegar hasta el mar, solo tenía que seguir bajando. De pronto… ¡Sorpresa! Ante sus ojos un infinito manto azul, adornado con encajes de espuma blanca, se extendía ante ella.
«unos jóvenes jugaban con las olas y se lanzaban de cabezas bajo el muro blanco que formaban y que venían a romperse muy cerquita de la arena»
Se detuvo en la arena de la playa donde numerosas personas tomaban el sol, otros estaban dentro del agua y nadaban divertidos. Más allá de donde ella se encontraba, unos jóvenes jugaban con las olas y se lanzaban de cabezas bajo el muro blanco que formaban y que venían a romperse muy cerquita de la arena, el espectáculo era maravilloso, Claudia estaba fascinada.
Estaba entretenida en su contemplación cuando un alboroto llamó su atención, bañistas, socorristas y policías corrían hacia el final de la bahía. No pudo resistirse y ella también corrió tras ellos, recordemos que era muy curiosa.
Se fue abriendo paso entre el corro de gente que se arremolinaba alrededor de no sabía qué, cuando sus ojos tropezaron con algo que nunca había visto y ni tan siquiera imaginado: en una pequeña barca, un grupo de hombres, mujeres y niños dejaban que les cogieran, les dieran agua y abrigaran con mantas.
«Claudia estaba hecha un lío, no entendía nada de lo que estaba pasando ante sus ojos»
¿Por qué aquellas personas eran todas del color del Rey Baltasar? ¿Serían ayudantes de los Reyes Magos y se habrían perdido? Eso no podía ser, si no estaba equivocada todavía faltaba mucho tiempo para el Día de Reyes. ¿Será que se habían equivocado de fecha? Claudia estaba hecha un lío, no entendía nada de lo que estaba pasando ante sus ojos y prestó atención a lo que decían las personas que estaban a su lado
-¡Pobre gente! Las autoridades tienen que buscar una solución a este drama humano –dijo un hombre con un gran barrigón, tan grande como el de Sancho Panza.
-Sí, han muerto demasiados ya –le contestó otro, flaco como don Quijote
-África y los africanos se mueren de sed y de hambre –dijo otro bañista.
Claudia miraba a uno y otro sin comprender muy bien qué estaba pasando. Se lo contaría a sus padres y les pediría que se lo explicaran bien y si era posible que colaborasen y ayudaran a aquellas personas.
Nuestra protagonista tomó el camino de regreso a casa. La vuelta era cuesta arriba pero el sacrificio bien había valido la pena pues vio su mar, conoció a gente de otro color y de otros lugares y además supo que, aparte de su bonito pueblo, situado entre un bosque de pinares, existían otros pueblos menos afortunados.