«Cuando a un mero lo sacan del mar se enroca, igual que le pasó al árbol del responso». Con estas palabras abría la escritora y periodista Montse Fillol el recital El último aliento, (bajo la sombra del árbol del responso). Fillol agradeció a las poetas presentes y las que no pudieron venir, pero enviaron sus poemas, su contribución a un recital que tildó de «especial» porque el árbol escogido para celebrar el acto poético «es testigo de lo que nunca pensó, estar situado en un lugar de despedidas». La periodista hizo un breve repaso a la historia del legendario árbol, «un laurel de indias, cuyas raíces dejaron boquiabiertos a los vecinos cuando un alcalde memorable quiso aislarlo, y trasladarlo de sitio, pero se llevó la sorpresa de que el pueblo continuó llevándole flores y velas. Hoy nos ha traído hasta aquí la sombra alargada del árbol, en esta plaza frente al cementerio, donde a 50 metros está, nada y más y nada menos, que la tumba de ese gran poeta que fue Tomás Morales».
«Por aquí pasa la historia de la ciudad», prosiguió la también coordinadora del colectivo Mujeres Poetas, organizador del acto, «donde están enterrados a pesar de la oposición cristiana, judíos, protestantes, portugueses… Hemos seguido la sombra de este árbol que se funde con la propia historia de quienes están enterrados aquí, personas ilustres como Saulo Torón, Francisco Gourié y Pino Apolinario. Aquí están enterrados los cincuenta náufragos que perdieron la vida cuando su barco se hundió por el peso del dinero que traían, y por ejemplo también, los nioventa represaliados por la Guerra Civil española. Esta noche se trata de una urdimbre mágica en la que todas estas historias cobran más sentido».
Tras esta introducción, Fillol dio pasó a las recitadoras que, una tras otra, fueron leyendo poemas propios o de las autoras que enviaron sus versos. Hubo recordatorio para las víctimas del terremeto de México o para las creadoras de las telas que colgaban del árbol, ilustradas con poemas. Al finalizar, y al grito de «Viva la poesia», se procedió a posar bajo el árbol, para luego recitadoras y público, entre el que se encontraba el escritor Carlos Álvarez, dar buena cuenta de un pequeño enyesque.
Reportaje fotográfico: DRAGARIA