Agustín Millares. Un acto

Teodoro Santana

Teodoro Santana (Las Palmas de Gran Canaria, 1957) participa como militante comunista  en el movimiento literario de la llamada ‘transición’ política. Desde 1976 publicó regularmente sus artículos y comentarios en los periódicos ‘Canarias7’ y ‘La Provincia’. Sus poemas y cuentos han sido publicados en distintas antologías y revistas internacionales, habiendo sido traducido al inglés, al italiano, al francés y al japonés. Ha publicado ‘Si me preguntas de dónde vengo’ (Nuevas Escrituras Canarias, Gobierno de Canarias, 1993), ‘Un buen día para morir y otros poemas funerarios’ (para las Veladas de Monsieur Tèste, 1999), ‘Exopiélago’ (Ágape, 2000; Baile del Sol, 2008), ‘Manual de la Alegría’ (Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, 2001 – Primer accésit del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria 2000), ‘Noticias del Frente’ (Huerga y Fierro, 2005), y ‘Diario íntimo de una bomba a punto de estallar’ (Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, 2010 – Premio Internacional de Poesía Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria 2009). Es coautor de los libros ‘Tumbo’ (Federación de Vela Latina Canaria, 1995) y ‘Reincidencias (Relatos)’ (Centro de la Cultura Popular Canaria, 2000). En el año 2000, la compañía de teatro El Alma de la Máscara representó en distintas localidades de España, incluida la Universidad Autónoma de Madrid, una puesta en escena de sus textos bajo el título ‘Poesía.es’.

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Corría el año 1976, pocos meses después de la muerte del caudillo. El dominio omnímodo del fascismo lo asfixiaba todo, y a todos. Y sin embargo se empezaban a abrir algunas grietas, por donde se colaban actos como en el que participábamos como teloneros un puñado de jóvenes poetas, en la barriada de Zárate. La estrella de la noche era un mito del que habíamos oído hablar: Agustín Millares Sall.

Por vez primera veía a aquel hombre mayor, recio, como venido del futuro. Se levantó, y entonces una voz poderosa nos atrapó a todos. Los versos nos golpeaban el corazón como martillos. Recuerdo que me añurgué al ritmo de sus palabras.

«¡Cuando un poema necesita explicarse, es que no sirve!»

Antes de su intervención, los jóvenes habíamos desgranado nuestras estrofas atropelladas. Mi querido Paco Saavedra, antes de leer uno de sus —por lo demás, magníficos— poemas, había hecho un largo preámbulo para que el público comprendiera el sentido y la razón del mismo. Finalizado el acto, y en el corrillo respetuoso que le rodeaba, Agustín, enfadado, le dijo a Paco que los poemas no necesitan tanto preámbulo: «¡Cuando un poema necesita explicarse, es que no sirve!».

A ninguno de nosotros, que solíamos pecar de esas entradillas, se nos olvidó nunca esta lección. Cuarenta y un años después, compañeras, compañeros, cabe decir que Agustín Millares —que sirvió, que sirve, que nos sirve— no necesita explicaciones. Y que por mucho que intenten poner barricadas de olvido a su palabra, esta sigue llegándonos con el ritmo y el empuje de un tren lleno de pasión y combatientes.

Por las calles que Agustín liberó sigue sonando su voz comprometida, la belleza de sus versos, la verdad de su poesía.

Especial centenario:

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