¿Pero a qué huelen los libros?

Quienes adoramos el libro en papel, sin que ello suponga renunciar al libro electrónico, hemos dicho más de una vez eso de «me encanta el olor de los libros». ¿Pero sabemos realmente a qué huelen los libros? Según los expertos, los libros que habitan en nuestras casas, en las librerías y estanterías que repartimos por el hogar, son por lo general libros nuevos, que huelen a tinta, pegamento y papel, a veces de no muy buena calidad. Para los neumólogos y alergólogos son una fuente inagotable de alergias y, sobre todo en Canarias, donde el índice de esta afección es bastante alto, recomiendan no tenerlos en las habitaciones y procurar que estén cerrados bajo cristaleras que impidan que el polvo se acumule con facilidad.

«Ese olor que a muchos nos agrada, y parece ser muy desagradable para otros, es síntoma de descomposición»

Pero lo cierto es que los libros antiguos tienen otro olor, quizá ese tan romántico que nos llega cuando visitamos una biblioteca, una librería vieja o algún anticuario donde los libros se acumulan de generación en generación. Según apuntan también los expertos, ese olor que a muchos nos agrada, y parece ser muy desagradable para otros, es síntoma de descomposición, y a veces se lo puede catalogar de volátil, es decir en peligro de extinción.

De la misma forma que en la industria alimentaria se han desarrollado sensores químicos que pueden detectar cuándo un pedazo de carne se está descomponiendo según los gases que emite, se investiga el mundo del libro.

La profesora canadiense Lorraine Gibson, del Departamento de química de la Universidad de Strathclyde lleva mucho tiempo estudiando el olor de los libros, más concretamente el cóctel de aromas que desprenden, y además cada uno de ellos por separado.

Gibson trabaja en el desarrollo de un dispositivo que podría imitar nuestro sentido del olfato, capaz de detectar el grado de descomposición según los olores que emiten los tomos. Cree que esos olores pueden ser utilizados para evitar que se deterioren peligrosamente, aplicando métodos de reparación y restauración antes de que los daños sean excesivamente graves.

Conservar o destruir el olor

La causa de que aparezca este olor en los libros viejos se puede considerar poco romántica y es que inevitablemente el papel se pudre con el tiempo. Desde que se empezó a fabricar el papel a partir de celulosa, según los químicos, éste contiene algunos contaminantes naturales que están entremezclados de manera inseparable entre sus fibras. El proceso de descomposición de la celulosa hace que el ambiente químico se vuelva más ácido, afectando a una molécula presente en la madera y mezclada normalmente con la celulosa del papel: la lignina. La lignina es la causante de que el papel se rompa y se vuelva volátil, siendo capaz de viajar por el aire hasta nuestra nariz, evocando ese olor a libro viejo.

«Los libros de entre 1850 y 1950 son los que más olores desprenden»

En el caso del papel, el que se encuentra en mayor riesgo de desaparición es el fabricado entre 1850 y 1950, debido al ácido usado en su elaboración. Por lo tanto son los libros de ese período los que corren mayor riesgo y los que más olores desprenden.

La Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, que cuenta con más de 147 millones de volúmenes almacenados en un área de más de un 1.300.000 metros, se ve obligada a tratar 250.000 libros al año con óxido de magnesio para disminuir la acidez del papel.

Por tanto, ese olor que a muchos nos encanta, y que nuestras pituitarias son capaces de reconocer e intentar describir, puede ser una herramienta muy útil para lograr detener el deterioro de los libros. Tal vez los especialistas hoy darían lo que fuera por tener a un Jean-Baptiste Grenouille, protagonista de El perfume,  de Patrick Suskind, supuestamente capacitado para recrear los olores y no dejar todo a la imaginación de nuestros sentidos.

El aroma de los bibliófilos

A pesar de que la degradación del papel y la tinta, esa liberación de lignina —que según los expertos se asemeja mucho a la vainilla—, es algo ya muy común para nuestro olfato, no todos los libros huelen igual. Al menos eso nos indican quienes, como verdaderos sumilleres, pasan años trabajando y se dedican diariamente a la conservación y cuidado de los libros. Estos acaban por desarrollar un olfato capaz de adivinar muchos datos de una edición con sólo entrar en la sala donde se guardan, si bien es cierto que se trata de un esfuerzo mucho mayor que en el mundo del vino, puesto que no existe un lenguaje que defina de manera común las sensaciones que producen los libros en el olfato de cada persona. De hecho, mientras para unos es un olor maravilloso, para otros resulta detestable, e incluso publican consejos sobre cómo eliminar o mitigar su aroma, como en el siguiente vídeo:

El UCL Institute for Sustainable Heritage ha desarrollado un estudio en el que se analizan diferentes muestras traídas de libros de segunda mano. Los investigadores produjeron un extracto de libro histórico que, presentado a 79 visitantes del Museo de Arte de Birmingham, fue identificado por alguno de ellos con olores como el cacao o chocolate, seguido de aromas a café o madera.

«No todos los componentes de un libro se degradan de la misma forma, la combinación de olores puede convertirse en una auténtica huella digital»

Todo ello viene a demostrar que no todos los componentes de un libro se degradan de la misma forma, así que la combinación de olores puede convertirse en una auténtica huella digital, un perfume inconfundible que puede ayudar a los técnicos en esa lucha por la conservación.

Pero quizás el dispositivo de preservación no sea más que la representación humana de la lucha por la eternidad, por conservar todo aquello que forma parte de nuestra historia, y que de forma contradictoria nos arrebata algo que nos transporta a la vez a la imaginación y al paso del tiempo: su olor.

Queda abierto el debate, ¿conservar los libros extirpando su esencia, o dejar que los años hieran su contenido hasta perder su identidad…?

Aquí surge la duda filosófica, sobre todo recordando que los japoneses tienen la creencia de que los objetos que han alcanzado los 100 años de antigüedad adquieren vida propia. ¿Tenemos derecho a combatir químicamente el paso del tiempo por los libros?

En las distancias cortas

No podemos obviar en este artículo —a pesar del debate abierto entre quienes se decantan por el libro digital y quienes prefieren los libros rancios y sus bibliotecas llenas de olores, el polvo de nuestras viviendas, de perseverar o dejar que mueran de forma natural…— que los amantes de la literatura y los libros seguimos buscando esos olores comunes que nos abren el apetito, entendido como apetito intelectual, cultural, onírico.

El mundo comercial, empeñado en aprovechar nuestras debilidades y hacer de ellas un negocio rentable, no deja de sorprendernos también en este ámbito. Prueba de ello son estas tres curiosidades que te mostramos a continuación:

Fragancia Bibliothéque

Bibliothèque. Un perfume de la firma Byredo, cuyo bote de 100 ml cuesta 160 euros, pero que según sus creadores es capaz de transportarnos «a la esencia de los libros antiguos de una vieja biblioteca». La peor noticia no es su precio, sino que se trata de una oferta limitada, un producto con fecha de caducidad. El aroma también se comercializa en formato vela y a un precio algo más asequible: 55 euros.

Aromas Library

Library Collection. Velas que dicen desprender aromas a libros de diversos autores: Jane Austen, Edgar Allan Poe, Charles Dickens, León Tosltói, Mark Twain… Su precio va de los 18 a los 21 euros y se pueden adquirir directamente en la tienda de Paddywax.

Fragancia Paper Passion

Paper Passion. Una fragancia «con olor a libro nuevo» que estuvo muy en boga hace unos años y que se presenta en un frasco incrustado en en el interior de un libro de mismo nombre, con textos «de Karl Lagerfeld, Geza SchoenGünter Grass y Tony Chambers». Se trata del fruto de una idea pergeñada entre Chanel y la revista Wallpaper, inspirada, dicen, en la biblioteca personal de Lagerfeld, su creador, «compuesta por más de 300.000 ejemplares». Costaba unos 85 euros, pero ya no se comercializa, sin embargo en Amazon se ofrece a 95 euros, e incluso a otros precios mucho más desorbitados.

Y, si nada de esto convence, quizá lo mejor sea tomárselo a broma.

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