Este es un acto de amor filial», asegura Maite Lacave, protagonista de una aventura literaria que se inicia en 2015. «Preocupada por si me aburría al jubilarme, mi hija Dácil me inscribió sin yo saberlo en un taller de escritura. Ella sabía que yo había escrito siempre en unos libros en blanco que afortunadamente nadie leía. Al terminar el taller echaba de menos esa obligación de escribir…y se le ocurrió una idea maravillosa. En mi cumpleaños me regaló una caja de retos literarios. Una caja preciosa con fotografías e imágenes, con objetos pequeños y con unos retos endiablados, unos divertidos y otros muy serios. Y empecé a escribir mis relatos y colgarlos en Facebook. Pronto despertó la curiosidad y las ganas de escribir de muchos y creamos el club, ahora somos más de setenta».
El Club de los retos de Dácil tiene, pues, su origen en un regalo de cumpleaños: «Ahora cada jueves meto la mano en la caja mágica y saco una propuesta de relato. Es un club sin normas ni rivalidades, nuestra única divisa es la libertad absoluta y estamos consiguiendo historias maravillosas, todas distintas partiendo de un mismo tema. Y es que un acto de amor así es contagioso, amor a la literatura, amor al compañerismo y sobre todo el amor de mi hija Dácil».
Se trata de un club donde la literatura es la base para gestar una amistad que a veces traspasa fronteras, pues hay gente de la Península y de otros países. Es un club abierto donde no hay jerarquía, ni presidencias, ni junta directiva, ni es una asociación en sí. Se reúnen todos los últimos viernes de cada mes y además dan buena cuenta culinaria, pues cada cita va acompañada de dulces, queques caseros o empanadillas, como las de este último mes, que eran nada y más y nada menos que de berberechos.
Lo que empezó siendo un regalo de cumpleaños se ha transformado en un grupo estable de personas, hombres y mujeres, algunos escritores que ya han publicado o lo harán en breve y otros que no tienen más aspiración literaria que seguir enredando en las redes sociales.
«Una ratona de biblioteca»
«La mayoría de la gente está soñando con que le llegue la jubilación. Piensa que por fin tendrá tiempo de hacer todo aquello que las obligaciones laborales le impedían hacer. Pero la verdad es que es un momento complicado de la vida: hay quien no se ubica cuando el trabajo desaparece, hay quien siente que ya es demasiado tarde, hay gente que se va apagando poquito a poco en un sofá sin darse ni cuenta… Las principales barreras son las mentales: soy voluntaria en un centro cívico y he aprendido que la vejez es, en muchas ocasiones, algo interno, no físico», así se expresa la creadora del club, Dácil León Lacave.
«Cuando Maite, mi madre, se jubiló, temía lo que eso podía significar. ¿Qué podía llenar un tiempo que siempre estuvo dedicado al trabajo, a la familia y a la defensa de los derechos laborales de sus compañeros? Ahora que por fin era su momento ¿Qué podía hacer con él? Cualquiera que conozca a mi madre sabe que no podría hace paracaidismo ni natación ni siquiera yoga (por mucho que me esfuerce en contarle sus bondades). La señora es, y siempre ha sido, una ratona de biblioteca, una termita de la palabra escrita, un yonqui de emociones literarias. Y solía escribir a ratos…primero una especie de diarios que no enseñaba a nadie, después recuerdos de su infancia en el Sahara, de las Alcaravaneras, del trabajo. Pero escribir es algo que también puedes hacer en el sofá y no moverte de ahí, así que la apunté en un curso de escritura que impartía Santiago Gil, se lo regalé para su cumpleaños, omitiendo el detalle de que era gratuito, ya que si pensaba que había gastado dinero en ello se sentiría obligada a ir (no lo averiguó hasta semanas después de que hubiera empezado). Ese curso fue su primera experiencia escribiendo ficción. Santiago puso algunos retos para estimular la imaginación de sus alumnos: situaciones o palabras que ayudaban a empezar a desarrollar una historia. Pero cuando el curso acabó, el síndrome de la página en blanco atacó a Maite. Así nació la Caja Mágica de los Retos Literarios, como vacuna… lo que jamás pasó por mi cabeza mientras la creaba es que se convertiría en un virus”.
Es un virus que, como hemos dicho, ha contagiado ya a más de 70 personas, aunque es cierto que activos semanalmente no pasan de la veintena.
Receta para una Caja Mágica de Retos Literarios
Dácil León Lacave se atreve a darnos la receta para hacer una caja de retos: «Cójase una caja de cartón que antes contuviera un router, o un aparato de vídeo o cualquier otra cosa, empapélela y píntela o póngale washi tape o jínquele una pegatina…le quedará más fea o más bonita, pero será suya y no hecha en China. Con eso ya tenemos el envase. Después estrújese la cabeza para sacar ideas divertidas, extrañas, desconcertantes, tristes o terroríficas que puedan servir de base a otras personas para construir una historia: moscas, helados, violines, enchufes quemados, ancianas que hablan con sus gatos… recopile imágenes u objetos, casi cualquier cosa sirve, incluso las inútiles, y el mundo está lleno de hermosas cosas inútiles que esperan ser utilizadas. Ya sólo queda liberar la caja, soltarla al mundo para que cualquier persona que lo desee la haga un poquito suya».
Dácil narra cómo, a partir de su fórmula no secreta, su madre empezó a crear historias y a compartirlas. Cada reto era colgado en su muro de Facebook, sin ninguna pretensión, simplemente por compartir sus pinitos literarios. Y la gente comenzó a engancharse. Primero algunos contactos pidieron permiso para participar, a lo que Maite respondió dando total libertad para utilizarlos. Poco a poco se fue creando un grupo de personas que esperaban ansiosas cada nuevo reto, que comentaban los retos de los demás, que se animaban unas a otras a seguir escribiendo. Y el club crecía, no sólo en número, sino también en actividades y relaciones personales. A partir de ahí y a instancias de la propuesta de una de las integrantes del grupo, empezaron las reuniones mensuales. Más tarde la creación de la página de Facebook y levantar el interés de entidades como la Biblioteca Insular. La biblioteca convocó a los integrantes a una reunión y les ofreció la posibilidad de utilizar las instalaciones, concretamente la terraza para las reuniones mensuales y para todo aquello que se les ocurriera. «Y también creció en espíritu, gracias a la armonía entre los participantes, que han construido un espacio común basado en el respeto, la libertad creadora, la diversidad y la generosidad. Porque el Club de los Retos es eso, desde un principio, un regalo, para todos», afirma Dácil.
La pregunta que se hacen todos es ¿cómo hemos llegado hasta aquí?: «Creo que si lo hubiéramos intentado hacer a propósito, no habría ocurrido», finaliza la creadora.
Ellos y ellas tienen la palabra
Para Marcos Rivero Mentado, participar en el club «es una forma de convivir en el noble arte del entendimiento y la concordia literaria. Cada semana, cada uno escribe un relato, de estilo muy dispar, diferente y la respuesta entre ambos va desde el cariño a la admiración. Nadie compite con nadie, solo se disfruta de la escritura como un esparcimiento de nuestras vidas, vidas muy diferentes y con talentos muy distintos. No es solo un club, es una hermandad de voces cuyo aliento principal es compartir ratos de imaginación, amparados por las emociones que deparan las palabras».
Rosy Robayna apunta que, desde que se acercó el club, tuvo una acogida «calurosa, entrañable y amigable» Fue lo primero que le llamó la atención. «Lo segundo fue la variedad literaria de los participantes y lo tercero, aunque suene a victimista, es que no siempre está uno o una bien de salud, y sentarse al otro lado del PC y ser consciente de que están ahí apoyándote, riendo, y si hay que llorar seguro que también… Buscan la gracia a la desgracias. Lo dicho, bendita desgracia esa grandísima culpa”.
«Ser miembro del club implica comprometerse con un único punto: escribir»
«Cuando propuse aglutinar en un único espacio los textos referidos a los retos que lanzaba Maite —apunta Martina Villar— el sí quiero unísono que recibí por parte de quienes en aquel momento participaban me alentó a una nueva oferta; romper la barrera digital y encontrarnos todos los viernes de final de mes. Deseaba que las letras nos acercaran y se convirtiesen en el vínculo común para compartir un trocito de nuestro tiempo. Aunque al primer encuentro (en el actual parque del antiguo estadio insular) solo acudimos cinco personas: Anabel Villoria Roza, José Rafael Montilla, Lucía Martín, Maite Lacave, Sara Díaz y yo. Ser miembro del club implica comprometerse con un único punto: escribir y escribir. Siempre escribir textos sujetos a las directrices del reto semanal. Sin embargo, mi intención va más allá y no pierdo la esperanza. Desearía que el grupo se implicara activamente en causas y eventos que lo merezcan. Considero que la cultura como arte es un arma que debemos utilizar en pos del bienestar del individuo. ¡Esa es mi auténtica prioridad! Sobrevolar egos y banalidades (como siempre haciendo amigos). Para mí la importancia del club es compartir textos por encima de pertenecer a un grupo, aparecer en las fotos y figurar como miembro en la red. ¡Eso son fruslerías y también me aburren!».
«parece que la botella es mágica porque no se agota»
Desde Barcelona, Javier Díaz Guinot, asegura que para él el club es como su mujer: «No tengo claro el momento exacto en que me lié con ella ni por qué, pero de pronto me vi metido hasta las cejas. Supongo que algún comentario a alguna cosa y que nos debimos llamar la atención e hizo que nos tuviéramos en cuenta. Sí que tengo claro que entré en contacto primero con Maite y, no recuerdo cómo, me habló de los retos cuando todavía no tenía página propia. Y mira, me dejé tentar, colgué el primer relato en noviembre de 2015 y a lo tonto a lo tonto, estoy que no paro. El Club del Reto es un sacacorchos. Yo había escrito pequeñas prosas y relatos a lo largo de mi vida, pero muy pocas y de todas ellas han sobrevivido un par de escasas decenas o por ahí, pero el Club ha sacado el corcho de una botella en la que yo ni siquiera sabía que había un vino que ofrecer. Estoy escribiendo mucho en ese sentido; algunas cosas buenas, otras que no y algunas que envío al reto. Incluso hay quien me ha dicho que ya era hora de que me decidiera, tal vez era preciso que alguien me empujara como se anima a un niño a dar los primeros pasos cuando ya ha dado uno. Todo eso me hace sentir muy a gusto y parece que la botella es mágica porque no se agota».
Desde Madrid, la mirada de la grancanaria María José Domínguez nos revela: «Lo mío fue que leí un relato de Coca de Armas por casualidad y le dije que me había gustado mucho. Coca me contestó que era para el reto de Maite Lacave. Le pregunté, y Maite me lo explicó y me dijo que si quería participar y no lo dudé. ¿Por qué? era mi sueño de siempre, compartir con gente mi hobby (y necesidad vital). Al principio pensé que igual me sentía poca cosa pero a pesar de lo estupendos escritores que son, me siento como en casa al poder compartir tantas letras que salen de dentro».
Desde Madrid también, Pilar Fernández Soler: «Me pareció una iniciativa estupenda, siempre he escrito por afición y sigo, nunca pretendí ser escritora profesional pero el aprendizaje y el enriquecimiento que supone pertenecer a este club, libre, ante todo la libertad que conlleva. Eso fue y es lo primordial para mí. Aprendo de todos es una gloria leer cada semana a mis compañeros y compañeras y a no ser que el mundo se desmorone seguiré. Somos un grupo hermanado, opinando, escribiendo y nadie sabe más que nadie y el escritor profesional anima al que no lo es, las críticas, que por supuesto existen, siempre son positivas. En nuestro contexto democrático, no importa quién sea el mejor, la competitividad no se contempla».
Precisamente para Coca de Armas esto es: «Adquirir una disciplina semanal de escritura sobre algo insospechado que me ha hecho ejercitar la imaginación como en un juego mágico, rodeada de compañeros con cabezas estupendas y capaces además de dar una amistad especial. No tengo sino palabras de agradecimiento».
«Es increíble lo que dos o tres objetos o palabras elegidos al azar pueden provocar»
“Cuando me invitaron, no lo podía creer —explica Alma Vitalis desde México—. Se me vino una avalancha creativa encima. Desde mi guarida me emociono al leerlos, ver cada día a través de la ventana la disposición, la camaradería, la lluvia de ideas. Es increíble lo que dos o tres objetos o palabras elegidos al azar pueden provocar. Muchas gracias por hacerme partícipe de ello».
«El Club de los Retos de Dácil es una estupenda opción para disfrutar de la literatura actual, recién horneada y desde diferentes perspectivas, tanto disfrutando de versos, como de relatos y cuentos, ya sea ficción o la recreación de alguna historia real, actual o de antaño. Es un auténtico placer el disfrutar de tantas historias con una raíz común, que puede ser, tanto una imagen, como la utilización de varias palabras lo que abre la imaginación al lector de una forma especial, sintiéndose identificada con alguna, llegando en ocasiones a hacerla propia. Es una forma de interactuar con los compañeros y amigos, además de una excusa excelente para leer y escribir un ratito, cada día», apunta Inma Flores.
«Para mí, el club —señala Rito Moreno— es algo que me mantiene vivo e ilusionado, algo así como el cuponazo de la Once que esperas ganarte cada viernes, pero totalmente gratis. Lo único que lo haría aún mejor sería que Dácil los propusiese los lunes. ¿Sabes lo que significaría estar esperando que llegase el lunes con ilusión? Cada semana espero el pistoletazo de salida que enciende la chispa de nuestra creatividad».
Por último, para Angie Manitas, apodo que utiliza otra de las escritoras pertenecientes al club: «El club representa un acto de evasión y encuentro porque el arte de escribir y transmitir es un arcano deseo del reencuentro con el yo más profundo que me sorprende cuando consigo el relato adecuado a cada reto».
Pero son más, muchas y muchos más: Teté Cabrera, Ana Aguiar, Irma Ariola Medina, Carmen Luzardo Armas, José Rafael Montilla Caballero, Graci Bordón Artiles, Lourdes Isabel Montesdeoca Pulido, Teresa Delgado Duque, Sira Ascanio, Belkys Rodriguez, Ana Joyanes, Irene Bulio, Manuela Suspiros, M Dolores Perez Gonzalez, Carlos Lázaro Roldán, Juanita la Fantastica, Maria Isabel Padilla Santervaz, Gremlin Kremlin, Ángeles Trujillo Spínola, Tirma Gil Curbelo, Sara Díaz, Beatriz García Montejo, Carmen Luzardo, Mariluz Hernández Melgarejo, Rosa Arráiz, Menchu Calero Pérez, Carlos García Rodríguez, Amatista Amethyst Mendieta, Juan Luis Sousa, Miguel Martell, Olivia Falcon, Nieves Rodriguez Rivero, Cirueli Gv, Jorge Be Bop, César Marzolini, Yuna Kayleigh, Antonia Rosa Ortega Machín, Waldo Gonzalez Lopez, Selene Eddine, María Gabriela Díaz Gronlier, Dac Art, Carmen AR, Mercedes Piqué, Maribel Rodriguez Hernandez, Gloria Oliva Martín, Diana Santana, Fonsi Garcia, Edu Jilorio, Matilde García Vega, M Teresa Naveira, Ricardo Vergara, Adela Montoya Morón, Pepita Pérez, Luis Alberto Alcala Martos, Abdón Daniel Parra Pesántez, Mireya Rosales, Graciela Castillo Ortega, M Luisa Merino, Saro Gutiérrez Cárdenes, Janine Suarez M, Juan Alberto, María Cantó, Hipatia De Alejandría, Jorge Padron Rodriguez, Diego Ulises Ortiz Orive, Gemma Del Rosario Quintana, Francisco Javier Rodríguez Pulido, Alberto Rodríguez, Belen Pueyo Muñoz, Aythami Pérez, Antonio Castellano Suárez… y los que están por llegar.
El grupo proyecta una serie de iniciativas para darse conocer, tiene pendiente una presentación pública y algún que otro proyecto de cara al futuro, como editar libro en donde se recojan algunos de los relatos. Cada jueves surge un nuevo reto, y algunos de los integrantes no tardan nada en colgar su creación en Facebook, y así durante toda la semana e incluso más allá, porque como no hay normas, quien se salte un reto puedo retomarlo en cuanto pueda y quiera. Cada vez que un miembro del grupo presenta alguno de sus libros, todos lo aco,pañan, lo que se convierte en un apoyo constante. E incluso van juntos a otras presentaciones, con lo cual siempre queda un ratito para tomar una copa, café y hablar de libros, de arte, de cultura.