Este viernes, 30 de junio de 2017, se cumple el centenario del nacimiento de Agustín Millares Sall, una de las figuras literarias más relevantes de la segunda mitad del siglo XX. Lo es en el Archipiélago, y lo es, sin duda, en el conjunto de la poesía social de posguerra en el ámbito de las letras hispanas, a pesar de que su nombre suela permanecer ausente en las grandes antologías y tratados sobre el movimiento y la época.
Comparte, pues, año de alumbramiento con Roa Bastos, Gonzalo Rojas o Stella Sierra, pero también con Jacobo Feldman, Anthony Burgess, Robert Lowell, Sven Hassel, Arthur C. Clarke o Heinrich Böll, una camada de grandes escritores y escritoras de muy diverso signo literario e ideológico, reflejo de sus circunstancias y sus convicciones, pero todos ellos notables referentes de la literatura universal.
Año fecundo aquel de 1917. El mismo en que veía la luz la edición definitiva de Platero y yo, en el que Antonio Machado publicaba sus Poesías completas y en el que Gorki dramatizaba Los bajos fondos.
Año convulso también. Año de guerras. Y año de revoluciones, unas victoriosas y otras fracasadas. De los estertores del primer gran conflicto bélico mundial surgía la victoria bolchevique, mientras en México el sueño revolucionario se apagaba.
Agustín es, pues, hermano de la revolución soviética, y es hermano de Juan Rulfo (16 de mayo de 1917), que retrató como nadie el paisaje y el alma del México posrevolucionario.
Pero hay más coincidencias. Con Gloria Fuertes (28 de julio de 1917) comparte, por ejemplo, el olvido al que hacíamos referencia al principio como voces autorizadas de la generación de posguerra. También su rebeldía, su vigor y su espíritu indómito.
O la sed de justicia social, el humanismo y el compromiso de José Luis Sampedro, otro de sus coetáneos (1 de febrero de 1917).
Pero he dejado para el final el nombre que cierra el círculo, el de Stéphane Hessel, autor de ¡Indignaos!, detonante intelectual del 15M y el movimiento de indignados. Hessel es también cosecha del 17 (octubre). Hermano, como Agustín, de la revolución proletaria e inspirador, casi un siglo después, del mayor movimiento social de este siglo en Occidente hasta la fecha.
Viejos guerreros que mantienen intacta su vigencia. Aquellos neonatos del 17, del año de la revolución, aquellas voces que se alzaron contra el nazismo y la dictadura, siguen encontrando eco y avivando conciencias, inspiran a las nuevas generaciones. Son voces curtidas y sangradas, esenciales, agudas y certeras. El grito tras la mordaza, el susurro del desesperado, la verdad frente a la antiverdad, la posverdad y cualquier otra verdad que no sea cierta. ¡Indignaos! ¡Te digo que no vale! Voces que perduran: un puente entre dos milenios.
Diálogo urgente con Layo Millares Cantero
⇒ A cien años de su nacimiento y a 28 de su muerte, ¿qué lugar crees que ocupa en la memoria literaria de nuestra tierra la figura de tu padre?
Se suele decir que nadie es profeta en su tierra; no es el caso de mi padre. Ha sido reconocido, premiado, cantado y querido. Un instituto lleva su nombre y varias calles en las Islas también, aunque el mayor reconocimiento que puede existir es que sus poemas, y las canciones que se han compuesto con ellos, estén en la memoria y en la boca de varias generaciones. La fuerza de su voz al recitar, su ritmo, su musicalidad…, todo impacta y hace que la poesía cobre una fuerza aún mayor. Hay que leerlo, pero sobre todo, hay que escucharlo.
«el mayor reconocimiento es que sus poemas estén en la memoria y en la boca de varias generaciones»
⇒ Más allá de los períodos históricos, ¿crees que sus poemas siguen teniendo vigencia en un entorno socio-político, puede que incluso ideológico, como el que vivimos, en franco retroceso?
Su poesía no puede, no estará nunca en retroceso porque los valores y principios que la inspiran son universales: la paz, la libertad, la justicia, la igualdad, la alegría, el amor… Como escribió mi padre:
Ningún pájaro vuela donde el aire no existe
Por eso hay que recordarlo, una y otra vez, para que no se nos olvide a nosotros y aprendan las nuevas generaciones lo que costó y lo que cuesta hacer de éste un mundo mejor.
⇒ ¿Crees que sigue siendo un gran olvidado de las letras hispanas, y en especial entre los grandes nombres de la poesía social de posguerra?
Lo que sí resulta triste es que aquel grupo de poetas que desde Canarias fueron los precursores de la poesía social de posguerra siga siendo desconocido fuera de las Islas. Te pongo un ejemplo. Hace poco se publicó un libro de Javier Gallego titulado El grito en el cielo, como el poema de mi padre. Escribí en el medio digital que publicó la noticia recordándoles que con ese título había un poema de un poeta canario llamado Agustín Millares Sall y les expliqué un poco su trayectoria; me contestaron en el mismo medio que no lo conocían… ¡en las páginas de cultura! Con esto resumo todo.
Especial centenario: